El uso de aplicaciones y gadgets que analizan las horas de descanso
se ha incrementado, a pesar de que su eficacia todavía está en análisis.
La comercialización de aplicaciones y gadgets para rastrear el sueño de las personas ha crecido en el mundo. La pandemia y el deseo de un descanso reparador son dos elementos que potenciaron el uso de estos aparatos y programas.
Los dispositivos portátiles de seguimiento del sueño más populares en el mundo son Fitbit, Oura y Apple Watch. Según un estudio de la Universidad de Virginia Occidental (WVU), en Estados Unidos, no todos los equipos que pretenden monitorear el sueño sirven de igual manera.
Impulsado por la falta de evaluaciones independientes de estos aparatos, un equipo de investigadores dirigido por Joshua Hagen, director del Centro de Innovación en Rendimiento Humano del Instituto de Neurociencia de WVU-Rockefeller, probó la eficacia de ocho rastreadores.
Fitbit y Oura obtuvieron los mejores resultados de medición de vigilia, sueño y eficiencia de este. Todos los demás dispositivos sobrestimaron o subestimaron al menos una de esas métricas del sueño. Ninguno de los ocho analizados pudo cuantificar las etapas del sueño –profundo, REM y ligero- con precisión. El estudio fue publicado en la revista Nature and Science of Sleep.
Los trastornos del sueño afectan al 45% de la población. La repercusión de no dormir bien puede provocar problemas de salud como: hipertensión arterial, enfermedad cardio y cerebro vascular, depresión, etc. Además, incrementan el riesgo de accidentes laborales y de tránsito.
Para el neurólogo y terapista del sueño Gilberto Tapia, los aparatos de monitoreo del sueño que se venden en el mercado son útiles para alertar una manifestación física del organismo de forma general, como hacen los tensiómetros caseros con la presión arterial.
Tapia expresa que el sueño debe ser monitoreado por un especialista y con fines terapéuticos, además, el seguimiento no debe ser ocasional.
El neurólogo detalla que los trastornos del sueño más comunes son: insomnio, el síndrome de apnea obstructiva, hipersomnias, narcolepsia, parasomnias, síndrome de piernas inquietas y las alteraciones del ritmo circadiano.
Para todas estas enfermedades hay pruebas diagnósticas específicas que nada tienen que ver con los rastreadores comerciales: poligrafía respiratoria, polisomnografía, electroencefalograma, test de latencias múltiples y de mantenimiento de vigilia. Estas se realizan en habitaciones adecuadas, con un área de control y por personal especializado.
Tapia dice que el monitoreo del sueño no se puede tomar a la ligera. “Se trata de analizar las principales estructuras nerviosas relacionadas con el dormir: la corteza y el tronco cerebrales, el tálamo y el hipotálamo”, comenta.
Debido al estrés por el nuevo coronavirus, más usuarios se han sumado a este grupo que quiere alcanzar un sueño reparador. En sitios como Google Play, por ejemplo, hay más de 500 ‘apps’ con opciones para calcular las horas necesarias para dormir, analizar los ciclos de sueño, entre otros.
El médico y divulgador científico Michael Mosley, editor de Science Focus de la BBC, alerta que los rastreadores de sueño podrían provocar ortosomnia (obsesión por alcanzar niveles de sueño saludable). Se aplica a personas que tienen fijación por lo que les dicen sus rastreadores y que confían en estos para convencerse de que han descansado bien.
La tecnología móvil
Los rastreadores del sueño pueden ser útiles solo para identificar patrones estimados cuando se duerme.
Los dispositivos pueden sobrestimar la cantidad de sueño; se confunden si se está acostado pero despierto.
Aplicaciones y dispositivos son incluso capaces de exacerbar los síntomas del insomnio en vez de solo detectarlos.