Los domingos se concentran artesanos, comerciantes y turistas en el cantón azuayo de Sígsig. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
Los domingos son especiales en el cantón azuayo de Sígsig. Desde las 04:00, y sin importar el frío andino, las artesanas se ubican en las calles céntricas para comprar o vender la paja toquilla.
Las campesinas -vistiendo sus coloridas polleras- también traen los sombreros que tejieron durante la semana. A lo largo de las calles Padre Torres, Tomas Rodil y 16 de Abril se ubican los más de 30 intermediarios que compran estas obras a las azuayas.
Esos espacios son parte de la ruta del sombrero que atrae a los visitantes. En una de estas esquinas para Julio Mendoza, de 30 años. Labora en este oficio desde hace dos años y lo aprendió de sus padres. “A los turistas les gusta ver los montones de sombreros”, dice.
Según Mendoza, la feria es reconocida en el Austro por la calidad del tejido y por eso arriban compradores de los cantones azuayos de Cuenca, Gualaceo y Chordeleg. Es hermoso ver ese intercambio comercial y cómo las mujeres -muy contentas- venden sus obras de arte, dijo la turista cuencana Enma Durazno.
El domingo pasado (6 de mayo del 2018), Martha Sánchez, de 59 años, recibió de Mendoza USD 64 por los ocho sombreros que tejió con su hija durante esa semana. Ella le contó a Durazno que el precio mejoró en los últimos ocho años, tras la declaratoria del tejido del sombrero de paja toquilla como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
En la calle Padre Torres se ubican 25 familias para comercializar la fibra natural por bultos de 42 tallos. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
Con una parte de lo que ganó, Sánchez adquirió la paja en la calle Padre Torres. Allí, a lo largo de una cuadra, 25 familias ofertan esta fibra que llega desde la provincia de Santa Elena y es otro espacio -dispuesto por el Municipio- en la Ruta Turística del Sombrero.
En el piso se apilan los grandes bultos de paja procesada y los artesanos la escogen. María Nugra lleva 25 años preparando y vendiendo la fibra en este cantón. Cuando los turistas se le acercan, les explica el proceso que realiza para transformar la fibra, de verde intenso a blanca, lista para tejer.
De la buena técnica de peinado, lavado, uso de azufre y sahumeriado depende que salga “blanquita”, dijo Samuel Cando, quien ha dedicado 50 de sus 70 años a este oficio.
Según el alcalde de Sígsig, Marcelino Granda, la producción de sombrero impulsó el turismo y diversificó la economía en el cantón.
Antes de las 11:00 del domingo, en la calle Padre Torres no quedaba ningún vendedor. Ese día la gente madruga para escoger la mejor fibra. Un bulto de 42 tallos cuesta USD 8 y alcanza para siete sombreros.
Algunos visitantes como Marcela Torres y Enma Durazno también recorrieron los portales de las casonas donde tejen las artesanas o los talleres de las asociaciones María Auxiliadora y de Tejedoras de Sombreros y Artesanías de Paja Toquilla Sígsig.
Las dos pasan abiertas al público para que los turistas conozcan el proceso de la preparación de la paja y la técnica del tejido. Tienen salas de exposiciones y tiendas de artesanías.