Los paisajistas acuáticos están creando maravillas dentro de acuarios y peceras, con una base de conocimientos en biología y diseño. Foto: Oto Patricio Terán y Julio Estrella /El COMERCIO.
Tal vez no eligió bien su profesión y debió estudiar Biología, en vez de Marketing. Lourdes Hurtado mira con detenimiento a sus peces de colores vivos que nadan entre hojas danzantes. Su afición por los animales la llevó a investigar a profundidad cómo crear, con sus propias manos, un ecosistema para brindarles salud y bienestar a los peces amazónicos.
Ahora, admira todos los días el pedazo de naturaleza que construyó dentro de cuatro paredes de cristal. “Es algo único: ver a los peces, ver a las plantas que tienen vida, que van creciendo y sacan nuevas raíces”, dice.
Los “paisajistas acuáticos” están creando maravillas dentro de acuarios y peceras, con una base de conocimientos en biología y diseño. La afición va más allá de tener peces en una pecera, se trata de evocar paisajes naturales y otros, tal vez, inexistentes.
Las plantas de agua dulce que parecen helechos crecen entre rocas o troncos componiendo imágenes sublimes, que representan a una naturaleza exorbitante.
La necesidad del hombre de abocarse hacia áreas más verdes es un hecho vigente. Hace 30 años, aficionados por los bonsáis y la jardinería promovieron una nueva estética dentro del mundo de los acuarios. También conocida como ‘acuario plantado’, esta nueva tendencia se abre paso, poco a poco, en el mercado ecuatoriano.
“Desde hace cinco años hay más gente interesada ofreciendo plantas. De aficionados hay cientos”, dice Martín Boekholt, gerente de Horticoop Andina.
Internet contribuye al crecimiento de la actividad. Sitios web conectan a los aficionados para que puedan intercambiar consejos y trucos, y ayudan a los novatos a aprender los aspectos básicos para la creación de su propia obra maestra.
Grupos de Facebook o clubes, como Acuariofilia Ecuador, son lugares donde se intercambian saberes y experiencias.
Hay quienes, como Ramiro Morejón, propietario de Amazonia, emprendieron su negocio de acuarios plantados. Vende flora acuática, que viene desde los ríos amazónicos y desde otros en Madagascar.
Tener una pieza de arte viviente no es sencillo. Según Francisco Álvarez, propietario del Arca de Noé, los precios oscilan entre los USD 250 y los USD 2 000. Todo depende del tamaño y de los útiles .
Uno de los implementos más caros son las lámparas LED, con obturadores de 16 tonalidades de luz, indispensables para el crecimiento de las plantas, según Boekholt. Pero Morejón no cree que luces tan sofisticadas sean necesarias;sobre sus peceras, los focos ahorradores son los que proveen de iluminación a las plantas, durante ocho horas.
Aparte de un buen sustrato, un filtro, el fertilizante y, dependiendo del caso, el CO2, las bacterias nitrificantes son esenciales para cumplir con el ciclo de nitrógeno dentro de estos ecosistemas.
En estos paraísos encapsulados, todo tiene un equilibrio: las plantas proveen de oxígeno, hay escondites para las crías y se levantan plataformas donde los peces pueden desovar. Además, los peces se alimentan de desechos y purifican el agua.
Lourdes esperó cuatro meses para que sus plantas crezcan. Ahora está feliz de ver a sus peces en un ambiente sano y digno de admirar.