Pahuma: Una aventura en rapel en el noroccidente de Quito

Uno de los siete senderos que conducen hacia las cascadas de la Reserva Pahuma. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO

Uno de los siete senderos que conducen hacia las cascadas de la Reserva Pahuma. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO

Descenso por las paredes de agua de la reserva, con la supervisión de los guías. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO

Adrenalina en medio de una reserva natural dentro del bosque nublado del Chocó Andino es la principal oferta del Pahuma durante esta época de vacaciones en la Sierra.

Ubicada en el kilómetro 44 de la vía Calacalí–La Independencia, esta Reserva de 600 hectáreas destaca por sus senderos, pisos climáticos que van desde los 1 600 msnm hasta los 2 700 msnm y rapel entre bosques montanos pluviales de los Andes de Ecuador.

Pahuma es el espacio más cercano a Quito para realizar rapel. Se trata de un sistema de descenso por superficies verticales con el uso de técnicas a base de cuerdas, una habilidad utilizada para el montañismo, escalada en roca y la espeleología.

La reserva tiene tres cascadas para ensayar estas habilidades. La más pequeña es la Gallo de la Peña, denominada así porque entre agosto y octubre, esta ave anida en las inmediaciones de esa cascada que mide 25 metros de alto.

La cascada intermedia se llama Pacay. Mide 45 metros de alto y su nombre se debe a que nace de las entrañas del cerro Pacay, producto de vertientes subterráneas que luego desembocan en los ríos Pichán, Alambi y Quinindé.

La cascada más grande es la Shunguyaku o corazón de agua en kichwa. Mide 80 metros y se la puede observar desde la vía. Para llegar allí hay que caminar por una hora.

El principal consejo antes de realizar rapel es hacerlo en compañía de personal calificado y con equipos en buen estado. Asegure bien su arnés y el casco, verifique el estado de los mosquetones y de las cuerdas y siga al pie de la letra los consejos de los guías.

A 44 km de Quito, en medio de una reserva orquideológica, se practica un reto cargado de adrenalina. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO

Al principio tendrá un poco de miedo, ya que los zapatos resbalarán al contacto con la piedra mojada hasta que logre encontrar la técnica adecuada para descender, inclinando su cuerpo hacia atrás, como si estuviera recostado pero flexionando sus piernas.

Según Agustín Pantoja, guía de turismo, esta aventura se la puede realizar entre amigos o en familia. “Las cascadas son cómodas. Pueden descender niños desde los 8 años”.

La reserva está abierta todos los días, de 08:00 a 17:00. El costo de ingreso es de USD 2,50 para el turista nacional.

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