El padre Juan Antonio Maeso enseñó múltiples oficios a los jóvenes de la calle o de las pandillas en Esmeraldas: futbolistas, cantantes, modistas, carpinteros, mecánicos. Su persistente trabajo en Ecuador fue reconocido por el Fondo para la Infancia de NN.UU. (Unicef).
Uno de los programas por los que Maeso recibió el premio es Nación de Paz, en las categorías de lucha contra la discriminación generacional. El premio consistió en una placa y un diploma, que le sirvió para que se abrieran puertas de financiación de sus programas.
El padre Jam, como le conocen en Esmeraldas, tiene un objetivo: articular instrumentos pedagógicos, terapéuticos y ocupacionales para prevenir conflictos generados por las pandillas de Esmeraldas, apoyándose en sus grupos.
Una de las estrategias de este sacerdote, de largo pelo negro y profusa barba, que parece un predicador bíblico, fue el fútbol callejero. “Esta actividad va más allá de lo cultural, pues es el mayor denominador común y una forma de idioma universal que le da sentido a la vida de jóvenes”, dice. Su trabajo diario lo planifica con los grupos de jóvenes y voluntarios en la Biblioteca de la Curia de Esmeraldas. Ahí destaca una mesa rodeada de libros religiosos y una computadora portátil.
Maeso, de 41 años y oriundo de Burgos, España, es un convencido de que su campo de acción es una oportunidad para vincular a niños y adolescentes a los procesos de desarrollo y participación locales y globales. Maeso recibió el reconocimiento de la Unicef, el pasado 10, por la celebración mundial del Día de los Derechos Humanos.
Ese día también culminó en Esmeraldas el Festival de fútbol callejero al que se le denominó ‘Tarjeta roja a la violencia y discriminación’. Participaron 400 jóvenes y niños de 40 barrios urbanos y marginales de la ciudad.
En este campeonato actuó Silvia Ochoa, de 19 años. Fue una mediadora en los aguerridos encuentros deportivos. “No fui un árbitro porque ellos imponen su criterio, yo traté de mediar los problemas entre deportistas”.
Ochoa, trigueña y delgada, reconoce el trabajo del padre Jam, pero le critica su excesiva paciencia. “Él siempre está ahí con ellos aunque le saquen de casillas”, A más de mediadora de la actividad deportiva, Ochoa estudia ingeniería en contabilidad y auditoría en la Universidad Católica. También es cantante en los conciertos que organiza Maeso, como parte de las tareas de Nación de Paz.
En las presentaciones, además, participa el dúo de reggaetón Imperio Renaciente, integrado por Manuel Vaca, de 18 años, y Jonathan Mosquera, de 17, ambos se convirtieron en artistas carismáticos. Ellos califican al padre Jam como “chévere, solidario, pero a ratos, cuando la paciencia llega su límite, de carácter fuerte como el de un coronel”. El sacerdote responde que solo defiende, con mucha pasión y disciplina, su causa por los jóvenes. Los conciertos de los jóvenes de Nación de Paz dieron origen a la producción de un disco compacto, grabado por los propios chicos, quienes crearon canciones en contra de la violencia, las drogas y en defensa de la vida y también ritmos de reggaetón.
Una de las canciones: Dicen que no soy elegante/símplemente porque no tengo buen traje/ dicen que tengo cara de maleante/están equivocados, lo que soy es un cantante. Uno de los conciertos que más recuerdan fue en Santa María de Cayapas, norte de Esmeraldas. “Ahí 700 gentes cantaron y bailaron con nosotros”. Este año presentaron 40 conciertos.
El padre Jam recuerda el concierto que dieron en Limones en donde un corte de energía provocó que los chicos terminaran su concierto a capela.
A este mismo poblado llegaron el pasado 30 de septiembre, día de la insubordinación policial. Por esta causa les recomendaron que salieran del lugar, pero los jóvenes y el sacerdote decidieron dar el concierto y no hubo líos.
Julia Sánchez colabora en sus proyectos, desde que el padre Jam trabajaba en Puyo (Pastaza).
Sánchez trabajó 25 años en el Hospital del IESS de Quito. Llegó de vacaciones a Puyo y conoció a Maeso. Él le pidió su apoyo y ella accedió. “El trabajo es duro y de mucho riesgo, no sé si lo hacemos por valientes o inocentes”.
Maeso y Sánchez planifican su trabajo en la Biblioteca de la Curia o en las aulas de la Universidad Católica, en donde son profesores. “No queremos tener oficina porque sentiría que nos burocratizamos”, dice Maeso.
Para Nelsa Curvelo, activista a favor de los jóvenes de la calle de Guayaquil, el padre Jam “hace un excelente trabajo con los chicos, es muy realista, no se hace ilusiones y, sobre todo, quiere mucho a los adolescentes”.
En Puyo impulsó un hogar para 75 niños trabajadores o con problemas intrafamiliares. Allí estudiaban, recibían atención médica, psicológica y pediátrica. Además se convirtieron en modistos de ropa deportiva, carpinteros, mecánicos y agricultores.
Un desacuerdo con la Curia de Pastaza obligó a Maeso a cambiarse de provincia. Fue a Esmeraldas. Ahora las calles de los barrios marginales de la ‘Provincia Verde’ son la cancha de acción desde donde hace trabajo social con unos 20 000 jóvenes.