El colombiano es autor de las novelas ‘La sed del ojo’ (2004); ‘Lejos de Roma’ (2008); ‘Las derrotas’ (2012) y ‘Tríptico de la infamia’ (2014). Foto: Mario Faustos/EL COMERCIO
Tres pintores protestantes se convierten en testigos, víctimas e intérpretes de los horrores que se ejecutan en nombre de la religión a los dos lados del Atlántico, en la Europa del siglo XVI y en los años de colonización de América.
Pablo Montoya recrea su historia en ‘Tríptico de la infamia’, novela ganadora del premio Rómulo Gallegos. Esta novela también le permitió obtener, a inicios de mes, el premio iberoamericano de las letras José Donoso. Montoya estuvo la semana pasada en la Feria del Libro de Guayaquil, donde habló de su literatura.
El jurado del premio José Donoso destacó al premiar su obra el carácter ‘disruptivo’. ¿Hay un corte súbito con sus contemporáneos?
El jurado miró una obra latinoamericana, pero que no es típicamente colombiana, en el sentido de que lo colombiano, en las últimas décadas, se ha caracterizado por una suerte de realismo sucio, urbano, de preocupación por la violencia, tema que a mí también me preocupa, pero la manera de abordarla es distinta. Empleo otras perspectivas, otros formatos literarios, estoy muy en el camino de experimentar, de utilizar formas breves para emplear un término que utiliza Ricardo Piglia. Una escritura muy fundamentada estilísticamente en lo poético, además de ampliar ese imaginario nacional y ponerlo a dialogar con Europa y con otras tradiciones de occidente.
¿También destacan la frase corta, pero usted se aleja de ella en ‘Tríptico de la infamia’?
Me estoy desprendiendo un poco de eso. Las dos primeras novelas, ‘La sed del ojo’ y ‘Lejos de Roma’ están fundamentadas en la frase corta; y también todos los libros de poesía (cinco poemarios), que son en realidad minificciones poéticas en prosa. Mi literatura en general es una literatura des-generada, en el sentido de que los géneros literarios se difuminan o dialogan entre sí. La novela que escribo está dialogando permanentemente con el ensayo, con el cuento, con la poesía.
¿Cómo llegó a la historia de estos tres pintores protestantes europeos?
Yo los descubrí cuando era estudiante de doctorado de literatura en París, en la década del 90. Si tenemos en cuenta el momento en que supe y empecé a leer sobre ellos, pasaron como 20 años. En esas dos décadas escribí casi todos los otros libros. No sabía muy bien lo que iba a salir. Fue una novela que me tomó 4 años escribir. Me senté a escribir en 2010, a organizar toda la investigación, la bibliografía, las lecturas. Viví en París mucho tiempo y eso me ayudó a construir la segunda parte de la novela. Pero también obtuve unas becas que me permitieron ir a Fráncfort, a Amberes, a Lieja, los sitios en la que la tercera parte del libro sucede. Hay una experiencia viajera e investigativa que se plasma.
¿Por qué sentía pertinente volver a ese período de la historia y a la vida de estos pintores, de alguna manera involucrados en la conquista de América?
Soy profesor de literatura, un lector voraz. En todas las novelas históricas que había leído que se ocupaban de la conquista, o del siglo XVI, por ninguna parte había pintores, ni artistas. Son personajes rarísimos. Nos han enseñado que en la conquista de América hubo guerreros, misioneros, nobles… pero no nos han hablado de los artistas. Me pareció que esa faceta y ese perfil eran propicios para una novela. Y en la medida de ser un lector de novelas históricas latinoamericanas, me pareció importante proponer un cuestionamiento a las guerras de religión, por la intolerancia, por la violencia que hubo, por la gran cantidad de muertos. Y contar cómo se trasladan las guerras de la religión a América, en el siglo XVI y cómo se confabula con la conquista de América.
¿Qué papel juegan las víctimas en su literatura?
Son fundamentales, nunca me han interesado los mafiosos ni los poderosos. Me interesa el drama de las víctimas. En ‘Tríptico de la infamia’ los pintores son víctimas en realidad, o sus familiares que mueren por las guerras de religión, y tanto como los indígenas. También en los cuentos sobre la violencia en Medellín, que se van a reeditar en Random House, me interesa es indagar en el dolor y en el trauma de las víctimas. Se ha escrito mucho sobre victimarios.