Seis murales que se exhiben en Palacio Real cuenta cómo era la vida en las haciendas. Foto: Cristina Márquez/ EL COMERCIO.
Los remozados muros de bahareque de una antigua hacienda en Palacio Real, a 20 minutos de Riobamba, se convirtieron en un espacio para la memoria debido a los murales de Pablo Sanaguano. Él retrató en sus pinturas la historia de los pueblos indígenas de esa zona durante la época de las haciendas.
“Es una historia de injusticias, de explotación, violaciones, de agresiones, pero también de luchas y de alegrías”, describe Sanaguano. Las imágenes se colocaron ahí como parte de un proyecto de turismo comunitario que se emprendió en la comunidad, pero tienen un objetivo más profundo: reivindicar al pueblo indígena y empoderarlo.
Él dice que el arte comunitario es su fuerte y su pasión. Este trabajo consiste en una investigación previa y talleres de reflexión sobre un tema puntual que puede ser un problema social, una fiesta popular, la memoria de un dirigente o un personaje, la historia de un pueblo o cualquier temática de interés comunitario.
En los talleres participan los comuneros. Ellos primero reflexionan a través de dibujos y pinturas, identifican sus alegrías, tristezas o denuncias, y luego lo transforman en un mural que contiene las ideas y sentimientos de todos.
Debido a eso, Pablo se considera a sí mismo un coautor de las obras de arte. “Las historias no son mías, son las historias de la gente. Ellos son los protagonistas”, dice sonriente.
Esa metodología está inspirada en el trabajo que el exobispo de la Diócesis de Riobamba, Leonidas Proaño, aplicaba en las comunidades. Sanaguano la complementó con otras experiencias que tuvo cuando estudió en la escuela de Bellas Artes en Francia.
“Trabajar con Proaño me marcó”, confiesa el artista de 42 años. Formar parte de su misión evangelizadora durante 10 años le permitió acercarse a las comunidades y a sus historias.
Uno de sus trabajos más recientes se exhibe en el andamio del tren, en la comunidad Jatari Campesino. La pintura mide casi ocho metros de largo y cuenta la historia de esa comunidad, sus fiestas populares, sus personajes icónicos, las comidas tradicionales y la crianza de alpacas.
Cuando las mujeres que participan en la asociación comunitaria de turismo reciben a los turistas, el colorido mural es lo primero que les muestran. “Nosotras ayudamos a pintarlo, nunca habíamos hecho algo así, pero nos gustó mucho”, dice Luz María Charig.
Ahora Sanaguano se alista para incursionar en un género nuevo, la historieta. Su sueño es plasmar las historias de las muchas comunidades que ha visitado a lo largo de su vida, en historietas, pero el proyecto aún está en etapa de investigación y no tiene fecha de publicación.
Entre tanto, los talleres artísticos comunitarios continúan.