‘La Rondine’, un éxito en desarrollo escénico

La Ópera ‘La Rondine’ en el teatro Nacional Sucre. Foto: Maria Isabel Valarezo / El Comercio.

La Ópera ‘La Rondine’ en el teatro Nacional Sucre. Foto: Maria Isabel Valarezo / El Comercio.

La Ópera ‘La Rondine’ en el teatro Nacional Sucre. Foto: Maria Isabel Valarezo / El Comercio.

Parecería ser que solo con el paso del tiempo se ha podido entender por completo lo que Giaccomo Puccini propone en la ópera ‘La Rondine’. Porque lo que era incomprensible para la sociedad conservadora de inicios del siglo XX, aquella que rechazaba la idea de la mujer como autónoma y con capacidad de elección, ahora resulta más digerible en la contemporaneidad occidental.

Clasificada dentro del romanticismo tardío, la obra de Puccini tiene como protagonista a Magda de Civry, una prostituta que sobrevive gracias al poder económico del viejo Rambaldo. Pero los lujos parisinos terminan el día en que conoce a Ruggero, el hombre que roba su corazón. Ambos huyen a la Riviera francesa con el fin de pasar juntos el resto de sus días. Sin embargo, ella pronto ansía los boatos que alguna vez la hicieron feliz. Al final, será ella quien toma la decisión sobre su morada final.

La imagen de la mujer poderosa, coqueta y autosuficiente la supo manejar la soprano Yanzelmalee Rivera durante la primera noche de la temporada operística del Teatro Nacional Sucre, espacio que este jueves 10 estrenó su producción de ‘La Rondine’. Bajo la dirección de Stefano Vizioli, esta pieza se encuentra ambientada en 1950, a diferencia del formato original estrenado en 1917 en el Théâtre de l’Opéra en Montecarlo que tuvo como escenario a la Francia de finales del siglo XIX y principios del XX.

La Ópera ‘La Rondine’ en el teatro Nacional Sucre. Foto: Maria Isabel Valarezo / El Comercio.

Junto a ella, en el papel de Ruggero estuvo Jorge Cassis, cuya actuación fue un poco menor a su potencia vocal, en el inicio de la obra. El tenor parecía conocer a cabalidad el complejo texto lírico de Puccini, lo que le a su voz le dio una ventaja excepcional en el escenario. No así con su actuación, que durante el primer acto pasó casi desapercibida. Ya en el tercero, voz y actuación parecieron conjugarse en una sola mágica puesta en escena.

Quienes se robaron los aplausos del público durante la noche de estreno fueron María José Fabara (Lisette) y Edwin Gómez (Prunier). Su destreza en el escenario fue el toque ideal para entender que esta pieza, en la mente de su creador, fue concebida originariamente como una “comedia lírica”.

La orquesta, dirigida por Sergei Pavlov, ofreció un trabajo impecable en el momento de acompañar el gesto escénico. Una simbiosis entre cantantes y músicos dejaron por sentado que en el Teatro Nacional Sucre se ha convertido en un cuidadoso productor de trabajos operísticos.

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