Hubo un tiempo en que se creía que la Tierra era un disco plano que flotaba en el mar, también se llegó a pensar que era el centro del Universo, hasta que la innata curiosidad del hombre llevó a demostrar que se trataba de un planeta esférico que orbita alrededor de una estrella.
Pero incluso hoy en día el mundo aún es parte de un extenso universo por explorar y el conocimiento es un movimiento que nunca termina.
En ese sentido, a lo largo del siglo XIX, Alemania ejerció una gran influencia sobre el conocimiento artístico, social y científico. Alexander von Humboldt y Carl Friedrich Gauss fueron dos personajes que desde pequeños demostraron una extraordinaria capacidad intelectual y una innata curiosidad que los impulsó a emprender una de las más descomunales tareas de su vida: tomarle las medidas al mundo en que vivían.
En la película ‘La medición del mundo’, el director Detlev Buck lleva a la pantalla grande el retrato de estos dos personajes que coexistieron en un período de pocos recursos técnicos y logísticos, pero de grandes aspiraciones culturales e intelectuales.
Desde su estructura se trata de una cinta biográfica bastante convencional, que repasa tres momentos importantes en la vida de los personajes. Ambientada a inicios del s. XIX, Buck presenta a un pequeño Von Humboldt, que crece en medio de una aristocrática familia y dominado por una impetuosa curiosidad, y a un humilde y solitario Gauss, cuya visión del mundo lo mantiene relegado de sus semejantes.
Un primer acercamiento en el que se van marcando los contrastes sociales culturales e individuales de los protagonistas pero en el que también se revelan sus principales dotes y motivaciones.
Luego la cinta traslada al espectador a una época en la que los dos personajes quieren llevar sus conocimientos a un nivel más alto y práctico.
Así, mientras Von Humboldt emprende el viaje de su vida por las selvas vírgenes de América y los glaciares andinos de un continente apenas explorado, Gauss se convierte en un brillante matemático, excéntrico y apasionado por las mujeres.
Al final, cada uno parece que tiene el elemento que le hace falta al otro para completar la obra de su vida, demostrando que la gloria solo le pertenece a aquellos que nunca mueren.
Una producción en la que se destaca el minucioso trabajo en el contraste de épocas y lugares, que ahonda en la grandiosidad de sus protagonistas pero también en la humanidad de sus debilidades y obsesiones.