Doña Nydia Vásquez enseña la preparación de dulces tradicionales en Cuenca. Foto: cortesía Cidap.
Nydia Vásquez lleva la mitad de su vida rodeada de dulces, sabores y tradición. Su bisabuela le enseñó a su abuela sobre la comida y los ingredientes de la cocina cuencana y, por supuesto, los dulces típicos. La tradición continuó con su madre y fue de ella de quien aprendió los ‘trucos’ de cocina.
En su casa eran costumbre las reuniones familiares para comer y no faltaban las mesas de dulces. Todos sus amigos y parientes llegaban y “sabían que iban a probar algo delicioso y casero”, dice.
“Hace unos 40 años estaban desapareciendo los hornos de leña y se puso de moda la cocina con más tecnología. El pan ya no tenía el mismo sabor”, asegura. Así inició una investigación para rescatar las tradiciones cuencanas. Sacó un recetario específico de panes con 40 sabores distintos.
El Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (Cidap) le brindó apoyo en su misión de seguir dando vida a este proyecto. La semana pasada realizó un curso en Cuenca donde compartió sus conocimientos con varias personas.
El objetivo era dar a conocer algunas recetas típicas pero, sobre todo, hablar de la importancia de cuidar y valorar las tradiciones que se expresan en la gastronomía cuencana.
“Quiero que vean que el verdadero sabor está en lo sencillo, en hacer las cosas como las hacían antes los abuelos”, dice nostálgica. La ancestralidad es una parte importante de su trabajo y, en cada dulce, se asegura de dejar un poquito del sabor de antaño.
En el curso, de cuatro días, se hicieron cerca de 12 variedades de dulces de Corpus Christi. La velocidad es lo de menos, asegura. “Hay recetas que se tiene que esperar varias horas para que se sequen y luego colocar las coberturas”, indica.
Una de las recetas que se trabajó fue el pan de viento, que consiste en galletas con un glaseado especial. También hicieron huevos de faltriquera, hechos con maní y con una miel de cobertura. Además hicieron los tradicionales quesitos, rositas cusingas, ojuelas, turrones de alicante y lo que llama “el verdadero suspiro de monja”.
“Ahora lo hacen con una premezcla pero tradicionalmente y artesanalmente se lo hace con clara de huevo que se coloca en el horno”, comenta.
Vásquez tiene dos hijos, y no ha podido extender el legado de las mujeres de su familia. “No pierdo la esperanza, tal vez un día con una nieta y con estos talleres las personas se van a interesar en cuidar las tradiciones”, concluye.