Toty Rodríguez, en la sala de su casa, en la que vive desde hace varios años. Actualmente está montando la obra ‘¿Bailamos?’ en El Teatro de Scala Shopping, en Cumbayá. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Conversar con Toty Rodríguez es una experiencia vivificadora, que, en un descuido, a través del efecto magnético de su voz grave, su mirada profundísima, su risa suelta y las cosas que dice y cómo las dice, puede convertir a cualquier interlocutor en un fan.
En esta ocasión, que nos hemos citado en su departamento para hablar de la nostalgia, no escatima ninguno de los encantos antes enumerados.
Al verla moverse por la sala, el patio y el comedor de su casa, es inevitable pensar que el espacio, en realidad, le queda chico.
Toty lo copa todo; y si a eso se suma que el área social es una especie de camerino improvisado y caótico (con ‘racks’ repletos de ropa, joyas en exhibición, abrigos finísimos colgando de un perchero), la sensación de teatralidad es muy fuerte.
Durante un punto de la entrevista, en la cual la nostalgia es el tema central, Toty hace una larga digresión para hablar de algo que le preocupa mucho: la violencia, el crimen organizado o la saña con la que operan los delincuentes. Y con un tono que casi suena nostálgico dice que aquí siempre ha habido criminalidad, pero que los ladrones de antes no eran tan malos: “Robaban, y ya”.
¿Siente nostalgia de algo?
En general, de las cosas bellas que me han pasado en la vida. Y entre esas cosas bellas está fundamentalmente el período que viví en Francia, en París, porque fue el periodo más rico de mi vida. Mi plena juventud… incluso ahí hasta perdí mi virginidad (se ríe). Y yo defendía mi virginidad, no ves que yo era de colegio religioso. Allá me decían que estaba loca defendiendo eso. Después empecé a trabajar, primero como modelo de publicidad, luego como modelo de pasarela y por último como actriz. Comencé haciendo pequeños papeles de extra, luego otros más importantes y luego películas importantes.
Un momento de mucho crecimiento.
Mucho, también a nivel espiritual y político. Fue un momento de afianzamiento de mi personalidad, porque a la final yo estaba sola allá, era muy joven y muy atrevida, como me di cuenta después. Yo fui muy valiente al quedarme en Europa solita; felizmente, tuve la aceptación de mis padres. Y claro, pasé momentos difíciles, nunca tuve grandes riquezas, pero pasé bien. Te puedo decir que fui una suerte de migrante de lujo, fui bien recibida.
¿Qué es lo que más extraña de esa época?
Allá tuve la posibilidad de tener una visión mucho más profunda de la realidad latinoamericana, viendo a mi país y al continente con unos ojos un poco europeos, pero con una mente muy abierta. Y también tuve buenas amistades, con gente interesante.
Faulkner escribió alguna vez que “el pasado nunca muere, ni siquiera pasa”; ¿usted qué opina?
Yo creo que sí pasa, porque por ahí es que queda la nostalgia de lo pasado. Pero si uno no se olvida, si uno recuerda los hechos importantes de la vida y trata de no acordarse de las cosas negativas, quedan los buenos momentos pasados. Después viene la nostalgia de esos momentos hermosos de trabajo, de amistad, de amor, de crecimiento espiritual.
¿No cree que la nostalgia es una especie de miedo al futuro?
No, no la veo así. Solamente si te quedaras apegada a esa nostalgia requiriendo que eso que pasó vuelva, sería así. Pero si tú vas creciendo en función de todas las vivencias pasadas no da miedo del futuro; más vale te afianza como persona para enfrentar ese futuro.
¿Usted cree que los buenos recuerdos lo fortalecen a uno?
A mí, sí. En mi caso te puedo hablar de que me han dado mucha fortaleza.
Hay quienes piensan que la nostalgia esconde algo de reaccionario, ¿es así?
No, no estoy de acuerdo. La nostalgia es la palabra esa preciosa que en portugués es saudade y que es intraducible en realidad, y que está vinculada con lo amable, con lo dulce. Porque si empezamos a tener nostalgia sufrida, no vale la pena. No, yo tengo nostalgia de las cosas bellas que me pasaron en la vida.
¿A veces es más fácil recordar que vivir, que inventarse el día a día?
No, porque tampoco es que me aferro al pasado ni a los recuerdos. O sea, a veces la nostalgia me viene por el hecho de no haberme quedado a seguir desarrollándome en Europa y haber regresado al país, donde encontré una serie de limitaciones en el campo artístico. Y en muchos otros campos también. Pero no estoy arrepentida.
¿Qué función cree que cumple la nostalgia, tanto para una persona como para una sociedad? Primero en lo personal.
Ayuda a recordar, lo cual es muy importante, porque los seres humanos estamos hechos de una presencia del pasado que nos permite afianzarnos en el presente y proyectarnos al futuro.
¿Y colectivamente?
Siempre y cuando haya una inteligente resolución de la problemática que existió en el pasado, en consideración a los comportamientos del presente y la proyección del futuro puede ser útil.
¿Por qué cree que hay una especie de epidemia de nostalgia, en varios ámbitos y en todo el mundo?
¿Tú sientes que hay eso?
Sí.
Yo no creo que haya. Mira, los avances tecnológicos son tan vertiginosos que no dejan tiempo tampoco a mucha nostalgia. Y la nostalgia de la que tú hablas quizá sea una respuesta al apresuramiento que tenemos ahora para vivir. O sea, los cambios tecnológicos son ahora tan rápidos, tan grandes, que la sociedad entera se emociona, y a la vez está dejando atrás todo un bagaje de conocimiento que antes sí tenía, gracias a la educación y a la conversación con otros seres humanos, y ahora se están volviendo un poco ‘apersonalizadas’ las relaciones. Yo no la tengo, pero quizá esa nostalgia de la que hablas se debe a esto. Y si tú sientes que es así, si has visto algo, pues tal vez sí sea.
Por ejemplo, de repente volvió Luis Miguel, que ya había casi desaparecido del mapa musical, y con la serie biográfica que sacó, él y su música han vuelto a la vida.
Pero es que Luis Miguel entró al éxito con la nostalgia de los boleros del pasado. De hecho, su gran éxito es ese. O sea, cada etapa tiene una necesidad de regreso a lo romántico, si quieres, a las palabras hermosas, al amor hermoso.
Y usted, que estuvo un tiempo muy vinculada a la política, ¿no nota que hay una nostalgia por el hombre duro, por el líder mesiánico, en liderazgos como el de Putin?
Yo no creo que sea nostalgia de hombres fuertes, lo que pasa es que muchos de los hombres que parecían idealistas y que eran respetados y respetables por eso, de repente se sacaron la careta y resultaron ser unos seres humanos ambiciosos y corruptos. Yo, por lo menos, lo veo así.
En Latinoamérica ha sido enorme la decepción que ha tenido la gente de ver a héroes que hablaban a favor de pueblo sacarse la careta y comprobar que habían sido tan ambiciosos como los otros. Encuentro que el fenómeno (político) mundial ahora es bien complicado.
¿Hay nostalgias peligrosas? ¿o aspectos peligrosos de la nostalgia?
Claro que sí. Si se toman recuerdos que no se quieren ir y que, de alguna manera, te afectan. En ese caso, la nostalgia puede hacer daño.
¿Qué les diría a los alérgicos a la nostalgia?
Que me parece lindo que tengan semejante fortaleza. Me parece hermoso, pero quizás les falta una parte de sensibilidad especial para entender su propia vida.