Noruega: disculpa tardía con las ‘chicas alemanas’

Abril de 1945. Un grupo de mujeres noruegas y sus hijos se dirige desde el municipio de Elverum hacia Alemania. Foto: AFP

Abril de 1945. Un grupo de mujeres noruegas y sus hijos se dirige desde el municipio de Elverum hacia Alemania. Foto: AFP

Abril de 1945. Un grupo de mujeres noruegas y sus hijos se dirige desde el municipio de Elverum hacia Alemania. Foto: AFP

El 9 de abril de 1940 está marcado en la historia de Noruega. Ese día la Alemania nazi envió sus tropas hacia las costas de Oslo, Bergen y otros puntos del país escandinavo y comenzó una invasión que se hizo efectiva un mes después.

Noruega era un país neutral en la Segunda Guerra Mundial, pero Adolf Hitler ansiaba territorios y quería hacerse con los minerales de hierro que atesoraba la región y que eran tan necesarios para su industria armamentística.

Más de 300 000 soldados germanos ocuparon esta nación de apenas tres millones de habitantes. Aquel ingente número de hombres era necesario para rechazar una posible invasión desde Gran Bretaña. A partir de entonces las tropas se relacionaron con la población, y como sucedió en muchas zonas de Francia, tuvieron amoríos con las noruegas.

En unos casos se trató de una aventura, en otros se casaron y hasta tuvieron hijos. Un pecado capital para esa época.

Estos vínculos amorosos, sin embargo, no fueron tan casuales. Los hechos revelan que fue el poderoso jefe de las SS, Heinrich Himmler, el que alentó a los alemanes a tener hijos con las noruegas con la esperanza de que pudieran ayudar a promover el concepto nazi de una raza aria y edificar el imperio del ‘Führer’.

Como buen oficial nazi, Himmler diseñó un método para establecer clínicas del programa ‘Lebensborn’ (fuente de vida, en alemán), uno de los experimentos más secretos y terribles del Tercer Reich, destinado a mejorar a la población alemana y hacerla crecer hasta 120 millones de personas.

En los centros creados por los nazis, las madres “seleccionadas” iban a dar a luz y luego dejaban a sus hijos para siempre. De los 10 ubicados en todo el imperio nazi, nueve estaban en Noruega.

Así, después de la invasión, se calcula que alrededor de
50 000 noruegas tuvieron relaciones sexuales con los soldados del Reich, la mayoría de ellas escogidas por sus características, “ojos azules y cabello rubio”. También se sabe que de esas uniones nacieron al menos 12 000 niños.

La mayor parte de estas parejas, no obstante, terminó su relación en mayo de 1945 cuando, tras la capitulación de la Alemania nazi, Noruega fue liberada. Lo que no se imaginaron estas mujeres escandinavas es que, para ellas, acababa de comenzar el infierno.

Las “chicas alemanas” o, más brutalmente, las “putas de Alemania”, como las conocían sus compatriotas de forma despectiva, fueron calificadas de traidoras y castigadas por el resto de sus vidas. Las medidas fueron drásticas y pasaron por detenciones, pérdida de sueldos, despidos, expulsiones del país y hasta maltratos físicos.

Los 12 000 niños nacidos de esas relaciones con el enemigo nazi también padecieron un largo historial de vejaciones, al ser encerrados en casas de ciudadanos ‘ejemplares’ o asilos como el de Trysil, situado al sur del país y cuyo infierno describe el periódico británico The Guardian.

En esa casa de los horrores a la que la mayoría iba a dar casi en pañales permanecían atados a las camas entre las cuatro de la tarde y las ocho de la mañana, inmóviles por orden de sus guardias, que no les permitían ir al baño y les obligaban a dormir muchos días sobre sus propias heces, cuenta el diario.

“Sufrieron abusos durante toda la vida. Les tachaban de bastardos alemanes, bastardos de Hitler, basura humana, retrasados mentales... Aquello era puro racismo”, contaba al diario británico Tor Brandacher, hijo de un soldado austriaco destacado en Noruega, hace 15 años, cuando aquellos “hijos del diablo” reclamaron una compensación económica al Estado noruego por el infierno que habían padecido en la infancia y que desembocó en una vida marcada de soledad, alcoholismo, depresión y desempleo. Una indemnización que la Corte Europea de Justicia acabó rechazando en el año 2007 por el largo tiempo pasado desde los hechos.

Entre los “hijos de los nazis” también se encuentra la cantante noruega de ABBA, Annie-Frid Lyngstad, más conocida como Frida. La pelirroja del cuarteto sueco reveló su drama una década después: luego de una historia con el sargento alemán Alfred Haase, su madre y su abuela fueron calificadas como traidoras y expulsadas de la aldea en el norte de Noruega, donde vivían. Emigraron a Suecia, donde la madre murió. Solo 30 años después, Frida conoció a su padre en Estocolmo, quien después de la guerra había sido reciclado como pastelero.

Esta conducta de odio había pasado inadvertida en la historia hasta ahora. Después de que el Centro Noruego de Estudios sobre el Holocausto y las Minorías Religiosas desvelara que entre 30 000 y 50 000 mujeres del país sufrieron represalias tras la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno noruego les pidió perdón más de siete décadas después.

El 17 de octubre pasado, la primera ministra, Erna Solberg, cumplió con una reivindicación histórica y se disculpó con esas damas atormentadas. “Nuestra conclusión es que las autoridades violaron el principio fundamental de la regla de que ningún ciudadano puede ser castigado sin juicio ni condenado sin ley”.

Las noruegas no fueron las únicas mujeres castigadas por amar al enemigo. En Francia cundieron las venganzas -mujeres rapadas, encerradas, ejecutadas-, pero como declara el historiador Kare Olsen, “se trató más bien de represalias extrajudiciales protagonizadas por la calle y no ordenadas por un Gobierno”.

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