Los niños ponen a prueba la imaginación de los guías nativos
En el centro cultural Mushily, los guías nativos enseñan a los niños a bailar al son de la marimba y el bombo. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
Los niños han sido un reto para los guías nativos tsáchilas. Ellos deben acaparar y mantener la atención de los grupos infantiles durante los recorridos, que tardan entre 20 y 40 minutos.
Una de las estrategias que utilizan los guías es enseñarles palabras en tsáfiki, el idioma de los tsáchilas. Durante el recorrido, el guía les pregunta el significado de palabras como duke joo (gracias) o tsara ma joe (buenos días).
Emilio Calazacón, guía del Centro Cultural Mushily, afirma que trata de enseñar a los niños por medio del juego y de los chistes. “Cuando logramos captar su atención son el mejor público, porque preguntan, se ríen e interactúan todo el tiempo con nosotros”.
Pero el proceso para aprender a manejar grupos de niños y de la tercera edad tardó más de un año en Mushily. Los tsáchilas asistieron a capacitaciones dictadas por la Prefectura de Santo Domingo.
También asistieron a las capacitaciones que se imparten a los guías en la Centro Cultural Mushily, desde hace dos años.
Durante el primer año, mientras Mushily se consolidaba, los guías reforzaban sus conocimientos en el idioma tsáfiki, la danza, música, comida típica e historia de sus antepasados.
Ahora realizan retroalimentaciones sobre las experiencias que han tenido con los grupos y entre todos buscan mejorar lo que no les pareció bien. Por ejemplo, si el grupo es grande si divide en dos o tres para que la atención a los pequeños sea personalizada.
Cada grupo va a estaciones diferentes durante el recorrido. Pero se encuentran en la estación de la música típica. Ahí todos bailan y aprenden a tocar la marimba. Al final, se toman una fotografía.
Según los registros del Centro Cultural Mushily, cada mes se reciben entre dos y cinco grupos de estudiantes de Santo Domingo, Quito, Ambato, Esmeraldas, entre otros.
Abraham Calazacón, líder de Mushily, afirma que cuando se trata de grupos de adultos mayores o de niños se cuidan todos los detalles, como la alimentación.
En los refrigerios se ofrecen frutas recolectadas por los tsáchilas en sus pequeñas parcelas. Si los grupos desean almuerzo, se busca un menú saludable pero que guste a los más pequeños. Hay niños que no comen pescado, entonces se les hace pollo, señala.
La maestra Jovana Mejía asegura que para sus alumnos del sexto año de básica de la Unidad Educativa Tomás Vernaza, la visita a los tsáchilas fue una gran experiencia, porque aprendieron sobre las etnias del país, pero a través del turismo y del juego. “Las instalaciones son seguras, los tsáchilas son respetuosos y los tratan con amabilidad y cariño”.
En el Museo Etnográfico Tsáchila también se reciben grupos de niños. Los estudiantes aprenden sobre las plantas medicinales nativas y cómo se recolectaban en la antigüedad.
Manuel Calazacón, guía del museo, afirma que el recorrido tarda 30 minutos. Los niños recorren el lugar en busca de plantas y luego se reúnen en un templo al aire libre, donde se realiza un ritual demostrativo sobre la curación de enfermos. También se tocan los instrumentos nativos y se danza.
La entrada a los centros culturales varía según los paquetes. Hay precios desde USD 3 hasta USD 10, que incluyen la guianza, transportes, refrigerio o alimentación.