Niños y jóvenes tsáchilas descubren más sobre su cultura

Los jóvenes tsáchilas aprenden sobre historia, cosecha y usos que tiene el achiote para la nacionalidad. Foto: DIana Delgado para EL COMERCIO.

Los jóvenes tsáchilas aprenden sobre historia, cosecha y usos que tiene el achiote para la nacionalidad. Foto: DIana Delgado para EL COMERCIO.

Los jóvenes tsáchilas aprenden sobre historia, cosecha y usos que tiene el achiote para la nacionalidad. Foto: DIana Delgado para EL COMERCIO.

Los niños y jóvenes de la comuna Chigüilpe, en Santo Domingo de los Tsáchilas, aprenden sobre historia, costumbres y tradiciones de esta etnia.

Abraham Calazacón, líder de la Escuela Cultural Mushily, cuenta que cada año, cuando son vacaciones escolares de la Costa, aprovechan para capacitar a unos 20 menores sobre los aspectos más importantes de la nacionalidad.

Este año enseñarán sobre la cadena productiva del achiote y del algodón. Es decir, desde cómo sembrar las semillas según la tradición ancestral hasta la cosecha. “También aprenderán el valor que tienen esos productos para el tsáchila”.

Para estos moradores, el achiote fue una planta que los salvó de la viruela y la fiebre amarilla. El espíritu del chamán se comunicó a través de sueños con los líderes y les mostró la semilla y cómo utilizarla. Desde entonces, los hombres lo usan en el cabello como protección y tributo a los tsáchilas que fallecieron por esas enfermedades.

Con el algodón, en cambio, se elaboran las coronas de los líderes y sabios de la comuna.

La siembra de esos productos la realizan los jóvenes y la cosecha la hacen las mujeres.

Miriam Calazacón, guía e instructora de Mushily, afirmó que las nuevas generaciones no conocen los pasos de este sembrío. “Es fundamental hacerlo bien para que el color sea intenso; con menos cantidad alcanza para todos”.

Los tsáchilas también se instruyen en la construcción de cabañas e instrumentos tsáchilas, con madera que se recolecta en el bosque nativo.

La edificación es un proceso riguroso que se inicia con un ritual y termina cuando la familia puede ocupar las instalaciones y se siente segura en ese inmueble. En la actualidad hay pocos constructores, porque los jóvenes no se han interesado en conocer estas técnicas. Así lo asegura el constructor tsáchila Manuel Calazacón.

Por eso en Mushily hay una clase especializada sobre construcción. Los jóvenes trabajan en la instalación de una cabaña, que deberá estar lista en abril para la fiesta Kasama.

Para combinar esa actividad con la historia de la etnia, los jóvenes deberán tallar jeroglíficos en las paredes de la pequeña infraestructura. Con esos dibujos se contará la historia de la nacionalidad.

En esta jornada, los nativos conocen más sobre la música y danza tradicional. Para eso también fabricarán sus instrumentos como la marimba o el shuade (palo de lluvia). Esos implementos sirven para acompañar a los bailarines con canciones en alusión a la pesca, caza, el Kasama, matrimonio, cosechas, entre otros.

Se tiene previsto que las clases continúen hasta abril.

Calazacón afirma que el objetivo de las clases culturales no es solo que los niños y jóvenes brinden un buen espec­táculo en la fiesta Kasama, que este año será en Peripa. La finalidad es prepararlos para que sean gobernadores, músicos, guías turísticos o profesionales comprometidos con la nacionalidad.

María Calazacón es una de las estudiantes de la escuela cultural. Ella afirma que en estos días aprendió sobre la responsabilidad de preservar el legado de los tsáchilas a través de la ejecución de las tradiciones y costumbres de los antepasados.

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