Los niños de la Escuela de Danza del Municipio participaron en la Diablada Pillareña. También tienen una banda. Foto: cortesía Municipio de Píllaro
El sonido de los tambores, trompetas y platillos puso a danzar a 220 niños por las calles del cantón Píllaro, en Tungurahua. Se movieron al ritmo de las melodías que interpretaron las bandas de pueblo en todo el recorrido.
Vestían de rojo y cubrieron su cabeza con estrafalarias caretas. Es el desfile de la Diablada Infantil que este 2020 participó junto a las 13 partidas (grupos de baile) de las parroquias y comunidades en la tradicional Diablada Pillareña.
Los disfrazados llevaron máscaras de diablo confeccionadas con cuernos de toro o de chivo, colmillos y pronunciados mentones puntiagudos. También vistieron con capas, pelucas y llevaron látigos.
En el recorrido les acompañaron las ‘guarichas’, que son hombres disfrazados de mujeres ataviados con largos vestidos blancos, medias carmesí y caretas para ocultar sus rostros. También estaban los bailarines de línea, los capariches y el chorizo, principales personajes de la fiesta que se realiza cada año del 1 al 6 de enero.
La Partida Infantil es un proyecto impulsado por el Municipio de Píllaro y reúne a los niños de varias parroquias del cantón de entre 5 y 12 años. Edison Guachamín, director de la Escuela de Danza del Municipio de Píllaro, explica que la idea del proyecto es que los niños, cuando sean jóvenes, mantengan este tradicional festejo y la historia de la festividad. Además, que no se tergiverse la vestimenta, ni el baile de la diablada considerada como Patrimonio.
Personajes como Guarichas, Capariches… fueron representados por niños. Foto: cortesía Municipio de Píllaro
“Ellos son como los guardianes de esta celebración. La Diablada Infantil surgió como idea de Jair Jácome, exalumno de la escuela de danza, con el objetivo que los niños tengan su espacio”, dice Guachamín.
Durante el proceso de preparación se realizaron talleres donde se dio a conocer a los chicos el origen de la fiesta, la morfología de las máscaras. También los padres de familia fueron parte de este proyecto.
Ellos se enteraron sobre la importancia de mantener la celebración sin el consumo del alcohol, el espacio donde se desarrollan los infantes. “Los niños tienen un espacio adecuado para que puedan manifestarse en la parte cultural de esta celebración y concientizarles del no consumo de bebidas alcohólicas”, añade Guachamín.
Tiene el apoyo de gestores culturales y artesanos en la confección de las máscaras. Ellos entregan a los niños en pastilla sobre la festividad, las fechas de declaratoria como Patrimonio Intangible, la guía adecuada de cómo manejar al personaje, las máscaras y la vestimenta. “Esto va ayudar a mantener los rasgos de la fiesta y entender por qué bailo y cuál es mi esencia”.