Alejandro Lalaleo, director y actor. Foto: Cortesía
‘En mi casa cada uno lavaba su plato y tendía su cama’
Mis papás, Elena y Marco, tenían reglas claras en la casa para los tres hijos; cada uno lavaba su plato después de comer, tendía su cama, y ayudaba en casa, y sobre todo una regla muy útil que marcó mi vida: una hora de televisión. Pero podíamos ver películas, por eso vi cientos de veces La sirenita, el Rey León, Laberinto y Greaselas.
No nos hacíamos problema a la hora de jugar, armábamos los juguetes de la cocina de mi prima Vale, y preparábamos algunos platillos con frutas del huerto y lodo. A cada uno le pertenecía un árbol y esa era su casa e íbamos de visita a la casa de los otros, fútbol en el hall de la casa, las escondidas por todo el jardín, campeonatos de volleyball, a las barbies con mi prima y hermanas y en las reuniones de los adultos preparábamos obras de teatro que presentamos al final de la noche.
Los pocos juguetes que teníamos los terminábamos destruyendo. Mi diversión se basaba en excursiones y paseos que hacíamos con mis primos “los Salazares” y “los Martinez” nos organizábamos para salir de caminata hacia La Cruz, ubicada en el Ilaló en el valle de Tumbaco. “Los Salazares” salían de su casa a pie, pasaban por la mía e iba aumentando el grupo, para finalmente llegar a donde los “Martinez” y caminar por alrededor de 1 a 2 horas mientras comíamos canguil, limones y mandarinas y a veces parábamos para coger las manzanitas que aparecían en el sendero.
No íbamos con adultos porque era seguro y no había ningún peligro, al llegar a La Cruz comíamos nuestro refrigerio favorito: sánduches de atún y limonada hecha con limones de mi casa, que preparaba mi prima mayor, la Vivi. A veces incluso acampábamos y amanecíamos casi changados por el frío de la montaña. Los paseos, se repetían en caminatas a las piscinas en Cununyacu, viajes en bote en el pequeño riachuelo cerca de la casa, excursiones en la quebrada o travesías en bicicletas en el chaquiñán desde Tumbaco a Cumbayá, y siempre al regreso tomábamos helados en el parque de Tumbaco.
A los diez años también asistí a mis primeras fiestas. Se trataba de cumpleaños con “pijamadas” Cuando terminaban el colegio, íbamos los invitados a la casa del cumpleañero, normalmente almorzábamos pizza o hotdogs, en la tarde jugábamos, fútbol, escondidas, avanzadas, los países, nadábamos… en la tarde partíamos el pastel y seguíamos comiendo, jugábamos hasta muy de noche y antes dormir veíamos películas que alquilaba el cumpleañero. Realmente disfruté a los diez años (en 1999).