Manuel Masaquiza y Tapio Masaquiza interpretan el rondador y la quena. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
El sanjuanito, el albazo, saltashpa y otros ritmos se los interpreta con el rondador. Manuel Masaquiza aprendió esta habilidad a los 8 años. Su padre Rubelio, uno de los expertos músicos de la comunidad Salasaka, le trasmitió esos conocimientos. Los aprendió solo al oído, sin teoría.
Ahora es uno de los más representativos artistas de esta comunidad indígena ubicada en la vía Ambato-Pelileo-Baños. Para interpretar las melodías los ‘tutos’ o tubos de carrizo fino, que están unidos con hilos, los roza entre los labios y sopla. Estos emanan sonidos armoniosos y únicos de este instrumento netamente ecuatoriano que ya se usaba antes de la época colonial.
El instrumento tiene 18 y 20 tutos o canutos de diversos tamaños que emiten las notas musicales. Manuel con destreza interpreta las melodías autóctonas de este pueblo milenario asentado en el cantón Pelileo, en Tungurahua.
Por un momento hace un alto y explica que en el mundo indígena para los instrumentos como la flauta, el pífano y el pingullo tienen cinco notas musicales y en el rondador dos. “Nuestros taitas desde los ancestros hacían música con bombos, redoblantes, flautas, pingullos, la hoja de capulí, pifanos, el rondador, este último siempre lo interpretamos para que no se pierda y quede como un legado para nuestros hijos”.
Cuenta que es un instrumento que fue inventado hace muchos años por los indígenas, desde entonces se usa en los grupos de música autóctona para animar las fiestas como los matrimonios, los Capitales, Los Caporales y otras celebraciones.
Hace más de 40 años fundó la agrupación Salasaka Manta que luego de varias investigaciones y vivencias con los taitas y mamas del pueblo, lograron recuperar varios de esos ritmos ancestrales que están grabados en discos de acetato.
Su compañero Tapio Masaquiza es otro de los músicos de Salasaka. A los 15 años aprendió a entonar varios instrumentos musicales. El que más le gustó es el rondador. A través de la autoeducación comenzó a sacar los ritmos de las cañas delgadas.
“Me iba a las fiestas a mirar a los taitas cómo tocaban y captaba los sonidos que emitía cada uno de los instrumentos. Además, adquirió discos. Me sentaba y seguía el ritmo hasta sacar el sonido similar. Ahora llevo este arte a Europa y otros países”, cuenta Tapio.
En el pueblo Manuel Grande Masaquiza lo elabora en la comunidad Rumiñahui Grande. Las herramientas que utiliza en el tallado son sencillas como una lima, lijas y estilete. Este último sirve para hacer las perforaciones del carrizo por donde ingresa el aire.
Manuel dice que los instrumentos musicales autóctonos están relacionados a la naturaleza y las tradiciones de los pueblos andinos, especialmente del Ecuador. “Los instrumentos que elaboro no son copias de otros, son los ancestrales que usaban los salasakas en la antigüedad”.
En esta parroquia habitada por 12 000 personas, es el único artesano dedicado a esta actividad. Según Manuel, la auténtica melodía indígena es al ritmo de Changa Marcana que ahora es conocido como Capishka. Afirma que de acuerdo con sus investigaciones el rondador es un instrumento prehispánico, que se usaba en los pueblos indígenas. “El sonido armonioso hace que cuando se soplan dos tubos da la apariencia que suenan tres”.
El instrumento es conocido y en la actualidad aún lo usan en las comunidades indígenas de Imbabura, Pichincha y Tungurahua, especialmente para animar las fiestas ancestrales.
Pedro Reino, cronista de Ambato, dice que este instrumento ya se usaba en las culturas indígenas antiguas y hasta preincaicas. Asegura que los grupos aborígenes andinos como Quitu-Panzaleo fueron quienes inventaron el rondador, debido a que tenían un desarrollo avanzado en la música y en la confección de los instrumentos musicales. Luego se regó hacia otros sectores. En la actualidad aún lo usan algunos músicos locales.