Música y danza en honor a la Niña María

A la gruta de la Virgen María de Jerusalén asisten decenas de feligresas para orar. Fotos: Modesto Moreta / EL COMERCIO

A la gruta de la Virgen María de Jerusalén asisten decenas de feligresas para orar. Fotos: Modesto Moreta / EL COMERCIO

A la gruta de la Virgen María de Jerusalén asisten decenas de feligresas para orar. Fotos: Modesto Moreta / EL COMERCIO

La música de las bandas de pueblo anima cada año la fiesta en la parroquia rural de San Miguelito, en el cantón Píllaro, en Tungurahua.

Entonan canciones autóctonas como sanjuanitos y saltashpas que se mezclan con melodías religiosas dirigidas a su patrona: Niña María de Jerusalén.

La imagen de 175 años, plasmada sobre una piedra, es venerada por cientos de peregrinos que llegan de diversas partes del país. En esta celebración
mestiza se conjugan las creencias religiosas y andinas.

Según el investigador Carlos Robalino, eso ocurre porque por las calles de este pueblo antiguamente caminaban los habitantes de las culturas Panzaleos y Puruhaes, que llevaban en andas a su reina Choa Sanguil en dirección al cerro de Huaynacuri.

En este lugar se levanta la Plaza de la Resistencia, que era considerada uno de los centros ceremoniales importantes de la época. Y, precisamente, en el sitio donde se erige el monumento a Rumiñahui, 50 grupos de música y danza se concentraron para la fiesta pagana-religiosa.

Personajes como camisonas, guarichas, el Diablo Huma, la Diablada Pillareña y otros grupos bailan al son de las bandas de pueblo. Los grupos llegaron de Guayaquil, Ambato, Cotopaxi, Riobamba, Quito y otras ciudades.

Este pintoresco poblado de agricultores, enclavado en la cordillera, celebra por más de 100 años esta fiesta. Los integrantes de los grupos de danza vistieron sus trajes autóctonos compuestos por un anaco negro, Pachalli morada (bayeta) y blusa blanca con bordados de hilo. Los hombres usan ponchos y sombreros.

De las fiestas participó Medardo Aime, quien llegó junto a su esposa María Jaque y sus dos hijos desde la parroquia Izamba, en el norte de Ambato.
Ellos participan de la celebración desde hace 12 años. “Es una fiesta importante para nosotros porque de esa forma agradecemos a la Virgencita los favores recibidos”.

Aime es oriundo del cantón Pangua, en Cotopaxi, y no deja de asistir a la fiesta de la Virgen porque concuerda con la fecha de nacimiento de su hija Johanna, de 11 años. En la fiesta ellos disfrutaron de los bailes y danzas que presentaron los grupos Nuevo Amanecer y de la Universidad Técnica de Ambato. También se repartió chicha de maíz en el recorrido.

En medio del desfile está Mentor Acosta. Él lleva en su mano una vela encendida. Recuerda que desde pequeño sus padres le traían a la peregrinación. Antiguamente, durante la romería, se quedaban en unas chozas que había alrededor de la plaza central. Se acostaban en esteras y dormían.

Él agradece porque el año pasado viajó a Nueva York para correr una media maratón. “Vengo a agradecerle por sus bendiciones recibidas”.

Byron Robalino, presidente y dirigente de estas festividades, cuenta que la celebración se inició con la novena y las chamizas (ramas de eucalipto), que fueron aladas por los bueyes. “La imagen data de 1844 y fue encontrada en una peña en el sector de Quillán y todos los años se realiza la pasada o desfile religioso, que evidencia un sincretismo, es decir, una mezcla se creencias mestizas e indígenas”.

En el altar mayor se ubicaron flores de varios colores para adornar la imagen.

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