La música bomba resuena en las aulas del valle del Chota

El músico Plutarco Viveros imparte los talleres de instrumentos de cuerda.

Con las palmas de las manos bien extendidas, Brando Minda y Deiker Villalba golpetean los cueros de la bomba, el pequeño tambor que da fama a la música y danza del valle del Chota, que se extiende entre Imbabura y Carchi.
Como la mayoría de vecinos, Minda, oriundo de la comuna afrochoteña de Piquiucho, y Villalba, de la vecina Caldera, crecieron escuchando variadas composiciones inspiradas en el cadencioso ritmo, que son interpretadas por decenas de grupos locales.
Los dos chicos integran el conjunto de música bomba de la Unidad Educativa del Milenio San Gabriel de Piquiucho, en Carchi. Su interés por la música surgió luego de un taller que ofreció Gustavo Viveros, músico del grupo Marabú.
En estas parcialidades, de clima seco, bañadas por los ríos Chota y Mira, la transmisión de esta tradición se da de padres a hijos. Ariel, hijo de Viveros, está al frente del conjunto musical estudiantil.
Sin embargo, a esa tradición oral ahora se suman varias iniciativas que buscan afirmar este saber de los vecinos. El objetivo también es que los mejores cultores de la bomba transmitan sus conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones, explica Ramiro Cabrera, funcionario de la Dirección Provincial del Ministerio de Cultura, en Carchi.
Marabú, con una trayectoria artística de más de tres décadas y nueve discos grabados, por ejemplo, forma parte de la Ruta Cimarrón, una iniciativa cultural que cuenta con el apoyo de la Subsecretaría de Identidades Culturales.
Este un proceso que recorre instituciones educativas de las parroquias Jijón y Caamaño, La Concepción, Juan Montalvo y Mascarilla, en donde hay asentamientos afros, para preservar la tradición, explica Plutarco Viveros, director del afamado conjunto Marabú.
Los músicos adoptaron el nombre en homenaje a un ave africana cuyo vuelo es considerado de buena fortuna. Ellos están a cargo de difundir los instrumentos de cuerda infaltables en estas agrupaciones de músicos innatos. Viveros es un diestro intérprete del requinto. Aprovecha las charlas para mostrar sus habilidades de arrancar notas de las cuerdas con su boca. Es una destreza que se ha afinado con los años.
En San Juan de Lachas, entre tanto, Ezequiel Sevilla, uno de los últimos constructores del tambor local, igualmente, enseñó a una treintena de jóvenes los secretos para elaborar la bomba, y ser también un buen músico de percusión.
Estas tareas extracurriculares, que se imparten en las aulas, incluyen el relato de leyendas como las de David Lara.