Un mural retrata la lucha de las indígenas
La pieza está ubicada en el edificio El Girón, en el centro-norte de Quito. En el mismo se pintaron los rostros de líderes de distintas comunidades. Foto: EFE.
Seis mujeres de nacionalidades amazónicas y tres andinas aparecen retratadas con sus atributos característicos en un mural de 50 metros en un edificio de Quito, para recordar a los viandantes que son custodias de la naturaleza.
Estas vigías se ubican en la base de la obra monumental, con sus vestimentas ancestrales y algunas con sus rostros pintados por ellas mismas, junto a dos elementos fundamentales para su sustento y tradición: la yuca y el maíz.
Sobre ellas se alzan vegetación selvática y una niña de cuyas manos mana agua, también una luna llena cenital, un pájaro de nombre Iluku -relacionado con mitos mágicos en la cuenca amazónica-, un volcán nevado andino y un campo rural incrustado en una hoja, desde la que cae una gota a otra que alberga una ciudad.
“Lo que simboliza es la lucha de las mujeres en resistencia en defensa de la vida de la Madre Tierra, de la semilla, de la Aipa Mama (voz quichua para tierra)”, explica Carmen Lozano, una de las retratadas, natural de Loja y representante del pueblo kichwas Saraguro.
En el enorme grafiti, la dirigente indígena aparece abrazada a una planta de donde brota una gran mazorca, que -dice- “es fuente de vida, de lucha y reivindicación de los pueblos”.
“Es un elemento muy sagrado, porque es símbolo de resistencia y de alimentación de nuestros abuelos, la herencia que nos dejaron”, afirma sobre el maíz, que representa también la fertilidad y la procreación con sus múltiples granos.
Lozano defiende su cultivo tradicional frente a la amenaza de los granos transgénicos, y enarbola la lucha por el agua, el aire y la tierra frente a las empresas transnacionales mineras, petroleras o hidroeléctricas.
La obra de arte urbano se emplaza en una de las paredes del edificio de oficinas El Girón, ubicado en las proximidades del Centro Histórico de la capital, aledaño a varias universidades, en una calle bastante transitada por estudiantes y vehículos.
Se trata de “un recordatorio permanente de que somos defensoras de la Pacha Mama y de unidad con todos los sectores”, afirma por su parte Blanca Chancoso, otra dirigente que figura en el mural, oriunda de Otavalo, Imbabura.
Su compañera Josefina Lema, también líder en Otavalo, argumenta: “las mujeres somos responsables de nuestros alimentos, medicinas, sabiduría y sitios sagrados” y su papel “es seguir resistiendo”.
La iniciativa surgió precisamente al quedar excluidas varias de estas protectoras de la tierra, el agua, las semillas y su cultura, de un encuentro sobre desarrollo sostenible urbano en Quito. “Pensamos que hacer un mural podría ser una buena opción y hacerlas formar parte de la conversación”, explicó uno de los artistas que retrató sus rostros, Raúl Ayala.