Las mujeres de la comunidad Shilpalá optan por la repostería

15 mujeres de la comunidad aprendieron a preparar mermeladas artesanales. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

15 mujeres de la comunidad aprendieron a preparar mermeladas artesanales. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

15 mujeres de la comunidad aprendieron a preparar mermeladas artesanales. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Las frutas tropicales y otras como fresas y moras que se cosechan en los huertos familiares de Shilpalá, una comunidad de Cacha, situada a 20 minutos de Riobamba, en Chimborazo, son las materias primas de un emprendimiento que se inauguró en ese pequeño poblado hace dos años.

Las mermeladas se distinguen de otros dulces disponibles en el mercado porque están elaboradas artesanalmente con las frutas y verduras que los comuneros cultivan de forma orgánica. No contienen colorantes artificiales, conservantes, ni otros tipos de aditivos químicos.

Los productos artesanales fusionan los sabores de las frutas con vegetales como tomates y zanahorias, para hacer las mermeladas más nutritivas y originales. Las mujeres de la organización se capacitaron sobre la preparación de los productos con un chef profesional de Riobamba.

“El proyecto consiste en mejorar la vida de las personas y generar más ingresos económicos, y fuentes de empleo en la comunidad”, contó Natsue Higashino, especialista de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional, quien promovió el proyecto conjuntamente con el Gobierno Provincial de Chimborazo.

27 familias forman parte de la asociación que, además de las mermeladas, ofrece paquetes de turismo comunitario que incluyen visitas a los huertos y degustaciones de los dulces y frutas de la comunidad.

Las familias recibieron capacitación en varias áreas como gastronomía, atención al cliente, administración de pequeños negocios, y otros temas desde el 2014.

En una primera fase del proyecto los técnicos trabajaron en la organización de la comunidad y en la identificación de potencialidades. Antes, los agricultores dependían únicamente de la venta de sus cosechas de cebada y trigo. La mayoría de adultos y jóvenes migraron a la ciudad en busca de trabajos ocasionales en construcciones o como cargadores en los mercados.

“Siempre hemos querido involucrarnos con algún proyecto que nos ayudara a mantenernos en nuestra comunidad. Aquí no sabíamos sobre las mermeladas, no teníamos la costumbre de consumir ese tipo de productos y ahora cada vez nos salen mejores”, dice Rosa Hinojosa.

Ella recuerda que antes de convertirse en emprendedores, la gente tuvo que cambiar sus cultivos de cereales por frutas y verduras de ciclo corto. “Fue difícil convencer a la gente que era hora de cambiar “, dice Hinojosa.

Tras la instalación de un nuevo sistema de riego, la gente empezó a cultivar las frutas y a comercializarlas en ferias locales. También se sembraron hortalizas como lechugas, arvejas, zanahorias, rábanos… entre otros productos.

Esos vegetales también se comercializan limpios, sin cáscaras, empacados y listos para el consumo.

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