¿Pueden retazos, hilos y agujas convertirse en herramientas para superar el dolor?
Las mujeres de Mampuján, una localidad de los Montes de María en Colombia, demuestran que sí.
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Detrás de cada puntada hay una historia, un duelo y una resistencia.
El dolor que no se olvida
El 11 de marzo de 2000 quedó marcado como un día de horror para las mujeres de Mampuján. Grupos paramilitares perpetraron una masacre que obligó a las familias del sitio a abandonar sus hogares.
El desplazamiento forzado no solo les arrebató su tierra, sino también la seguridad y la paz que conocían. Sin embargo, lo que parecía ser el fin de su historia se convirtió en el comienzo de algo nuevo: el arte como resistencia.
El arte de sanar
Mujeres de Mampuján.
El proceso de sanación no fue inmediato. En medio del duelo, la incertidumbre y el dolor, las mujeres desplazadas encontraron en los hilos, las agujas y los retazos de tela una forma de expresar lo que las palabras no podían decir.
Fue Teresa Geiser, una psicóloga menonita, quien les enseñó que coser no solo podía ser un acto creativo, sino también terapia. El resultado fueron unos tapices armados con retazos geométricos de tela que contaban historias. Con cada puntada, unían fragmentos de tela y sus propios recuerdos rotos.
Los primeros “tapices eran pálidos”, rememora Juana Alicia Ruiz, líder de la Asociación Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Mampuján, durante una subasta organizada la noche del 28 de enero en la fábrica Sutex en el marco del Colombiatex 2025.
Tapices que hablan
Los colores apagados reflejaban la tristeza de aquellos que habían perdido a sus seres queridos. Las telas que usaban no eran nuevas; provenían de la ropa de quienes ya no estaban, cargadas de memorias y ausencias. “Eran hechos con la ropa de personas que fallecieron porque no teníamos plata para comprar tela”, cuenta.
Las tejedoras de Mampuján crearon tapices que reflejan sus conocimientos ancestrales y sus anhelos. Los retazos geométricos en colchas de tela se transformaron en arte para sanar y recordar sin dolor. Hoy, sus obras son tan conocidas como los hechos que las inspiraron.
Con el tiempo, el dolor fue transformándose. Los tapices, que al principio narraban escenas de violencia, desplazamiento y pérdida, empezaron a llenarse de colores más vivos y figuras que celebraban la vida, la esperanza y la resistencia.
“Ahora pueden ver toda la comunidad, tenemos una resiliencia muy fuerte y por eso los colores de nuestros tapices son distintos porque también nos hemos ido superando”, agrega.
Además de sanar, sus tapices promueven la sostenibilidad. Usan telas recicladas, dando nueva vida a materiales que de otro modo quedarían desechados.