Diana Caiza es ingeniera y gerencia un patio de carros en Ambato, mIentras que Jenny Ainaguano, de la comunidad Chibuleo, es gerente de una boutique. Fotos: Modesto Moreta/ EL COMERCIO
Administra su negocio de compraventa de vehículos usados. Hace ocho años, Diana Caiza, de 29, asumió la gerencia de Ola Auto, en Ambato. Viste un anaco negro, una blusa blanca, una bayeta y collares de coral.
El emprendimiento se puso en marcha con el apoyo de su esposo Rodrigo Yambo, gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Chibuleo. “Fue un reto asumir este papel como mujer indígena, todos decían que el cargo es para un hombre, pero rompí ese mito”, dice Caiza.
Para entrar en el negocio, se capacitó sobre las marcas, las bondades de cada auto y mecánica automotriz en la Asociación de Empresas Automotrices del Ecuador. Ahora, está al mando de una sucursal y espera abrir otras oficinas en más ciudades. El objetivo es que sus clientes sepan que una empresa indígena le da un trato amable.
La joven de la comunidad Chibuleo, en Ambato, graduada en Ingeniería comercial, también asumió otro papel hace dos semanas: es concejala alterna. “En mi primera sesión del Concejo Cantonal pedí más oportunidades para la mujer indígena y no solo del grupo del alcalde de turno”.
Caiza es parte del grupo de mujeres indígenas de Tungurahua que tienen cargos importantes en las empresas, cooperativas de ahorro y crédito o en instituciones públicas y privadas.
Jenny Ainaguano es otra microempresaria de la comunidad Chibuleo. Cuenta que en la generación de empleo, los indígenas no son excluyentes. La idea es que todos tengan una oportunidad para desarrollarse. “Todas tenemos las mismas capacidades y nos preparamos para -además de nuestros emprendimientos o negocios- ocupar espacios relevantes en la sociedad”.
Es propietaria de Jenny Boutique, dedicada a la comercialización de ropa de las comunas indígenas. La joven explica que la mujer indígena, de a poco, se gana su espacio por su preparación académica.
También fue la primera presidenta de la Junta de Agua Potable de Chibuleo. “La idea es romper el mito de que no podemos, solo hay que prepararse para ganar ese espacio en la política”.
En Tungurahua, cuatro de cada 10 mujeres que ingresan a la universidad culminan sus estudios y solo dos consiguen trabajo. En esta lista se incluye al sector indígena. Cecilia Chacón, viceprefecta y activista de los Derechos de las Mujeres, dice que la profesionalización y la capacitación constante hicieron que la mujer fuera parte del desarrollo productivo de la familia. Antes estaba dedicada solo a la vida reproductiva. Eso invisibilizaba su papel dentro de la sociedad.
Así, la mujer afro e indígena han logrado tener presencia en el sector productivo, gerencial y administrativo como las finanzas y los negocios que son su fuente de visibilización. “Estos logros se dieron por el reconocimiento y sus capacidades y se incluyó al mestizo dejando que haya una interculturalidad”, analiza Chacón. Antes, ellas eran las más discriminadas ante la mestiza, al realizar solo trabajos como quehaceres domésticos y limpieza de casas.
Esa discriminación vivió Rosario Maliza, secretaria asistente de la Dirección del Consejo Provincial de Tungurahua. “Fue difícil, porque los funcionarios me alistaron, al ser de una cultura distinta, pero con trabajo demostré que estoy a la altura de ellos. Es más tengo un título”.
Intercultural
Las profesionales ocupan cargos gerenciales o manejan sus propias empresas.
“Estos logros se dieron por el reconocimiento y sus capacidades, y se incluyó al mestizo ”. Cecilia Chacón, Viceprefecta de Tungurahua