Un grupo de ‘mamas’ de la comunidad Rumipungo, en Guanujo, demostraron sus habilidades en el hilado de la lana. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
El anaco y la bayeta de Rosa Chasi están tejidas con lana de borrego. Ella produce ese hilo para elaborar este tipo de prendas que aún usan hombres y mujeres en la comunidad Pampa Chaupi Yaku, de la parroquia Guanujo (Bolívar).
El atuendo de Chasi incluye una blusa blanca con bordados de colores, sombrero blanco de ala corta y cubierta con cintas negras. Los hombres usan poncho rojo, camisa blanca y un sombrero de paño negro.
Chasi cuenta que desde niña aprendió a hilar. Su madre Rosa Punina le enseñó esta técnica con el wango (madero grueso donde se almacena la lana). Ella dice que el secreto está en desprender de a poco y con los dedos, delgadas fibras que son envueltas en un sigse puntiagudo que hace girar a velocidad moderada con los dedos de su mano derecha.
El domingo pasado (22 de septiembre del 2019), ella participó en el concurso de las hilanderas, desarrollado por la Organización Unión y Progreso en la comunidad Rumipungo de la parroquia Guanujo, en el cantón Guaranda.
Un grupo de 10 ‘mamas’ de las comunidades cercanas participaron de la celebración que fue parte de las fiestas del Killa Raymi. La actividad se cumplió en la plaza central compuesta por un puñado de casas con paredes de bloques, madera y techo de teja. Chasi ganó al hilar 16 metros en 15 minutos.
El hilo fino es usado en la confección de sus prendas de vestir. Elaborar un anaco puede tardar un año por el hilado. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
Nelson Bayas, presidente de la Organización Unión y Progreso, explica que el objetivo del concurso y de las fiestas es incentivar, fortalecer y promocionar esta celebración para que no se pierda.
Él comenta que la técnica del hilado aún se transmite en las comunidades, de madres a hijas. “Es un legado de nuestros ancestros y lo estamos enseñando a nuestros hijos. La idea es que nuestra cultura no se pierda con la tecnología”.
Para tejer un anaco -conocido también como tres varas-, Chasi necesita hilar 4 ovillos de hilo, en lo que puede tardar hasta un año. Esa materia prima se transporta a los talleres donde se tejen en los telares. “En el pueblo aún hay mujeres que tejen su propia vestimenta, pero la tradición se está perdiendo porque son pocas las niñas que desean aprender”, comenta la artesana.
A pocos pasos de Chasi se encuentra María Luisa Patín, de 61 años. La matrona de cabellos canos prepara con agilidad la materia prima e inicia el hilado. Ella cuenta que esta actividad la realiza en sus tiempos libres, luego de trabajar con los animales, en familia o en las sesiones de la comunidad.
El hilado para tejer una prenda puede demorar entre uno y dos años, ya sea un poncho, rebozo, anacos u otras prendas. En el procesamiento, Chasi aplica los mismos conocimientos y técnicas trasmitidas por sus abuelos y padres desde hace más de 150 años. Eso hace que la prenda sea resistente y durable. Cada prenda se vende entre USD 200 y 450.
Otra experta en la preparación de la lana de borrego es Manuela Bayas, de 70 años. Ella dice que la tarea no es nada fácil. Comienza con el esquilado del animal, luego lava la lana en agua caliente para eliminar parte de la grasa y otros residuos. Tras el secado viene el trozado de la lana para transformarla en finas planchas que luego se unen en el wango. Todos estos pasos los realiza en dos días. Ella aprendió de su abuelita Manuela Valle.