A veces, Catalina Vasco, de 44 años, revisa sus ‘e-mails’ de la Politécnica Nacional, en el baño de su departamento. No tiene otra opción pues su hijo Sebastián Mantilla está en esa edad -3 años y medio- en la que necesita a mamá para todo. Incluso si demora ahí, golpea a la puerta y le pide apurarse.
Uno de esos llamados, que parecen de auxilio, pero suenan como un largo “mami”, se oye, mientras lo cuenta. La profesora de la Facultad de Ing. Química y Agroindustria, jefa del Departamento de Ciencias Nucleares, tiene un doctorado en alimentos, que obtuvo entre Suecia y Finlandia. Entonces no pensaba en la maternidad.
Ya no se imagina la vida sin Sebas. Tal vez habría optado por un posdoctorado… Ahora mismo vive en un caos. Si bien la mujer puede ser profesional y madre, la realidad -apunta- es que no existen supermujeres, como las de las películas.
Su departamento no está presentable para las cámaras, vuelve a las 18:00 a casa y debe encargarse del niño hasta que llega su esposo a las 20:30. Entonces debe preparar algo para cenar, luego acostarlo. En su mochila hay exámenes sin calificar. Su hijo jugó con ellos y tienen rayones y huequitos; no ha podido ir a la peluquería como se evidencia en las raíces de su cabello, sin retocar…
En Ecuador, las mujeres destinan en promedio cuatro veces más tiempo al trabajo no remunerado que los hombres. En concreto a actividades domésticas, dice la Encuesta de uso del tiempo, del INEC 2012.
ONU Mujeres busca que se redistribuyan las tareas de forma equitativa, que se cierre la brecha salarial con los hombres y que se reconozca el trabajo no remunerado de ellas.
En este Día Internacional de la Mujer, su lema es: “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030”.
Vasco está agotada, pero no se cuestiona por sus prioridades. “La decisión es mía”, admite. Y anota que en la vida es posible hacer todo lo que se quiere, pero cuando no se tiene hijos, hay decisiones que nunca se presentan. Por ejemplo: ¿me quedo más en el trabajo y que mi hijo espere o me voy a casa? Ha procurado que Sebastián sea quien menos espere.
Con los niños, comenta, no se puede planear todo estrictamente. Si en la madrugada tiene fiebre, hay que llevarlo al médico al otro día y cambiar hasta los planes de familiares.
Son decisiones personales que toma cada mujer. En eso coincide Paola Leone, quien con 47 años, es docente investigadora del Centro de Genética de la UTE. Preside la Sociedad Ecuatoriana de Genética y la Academia de Ciencias. Esta última tiene cuatro años de vida, antes tuvo una junta directiva, de la que fue vocal.
Ella es argentina pero ha vivido varios años en Ecuador y Colombia. Su doctorado lo hizo en España, cuando tenía 24. El posdoctorado fue en Salamanca, también en Londres.
¿Ha descartado la maternidad? No. Todavía no ha pensado en eso. Cuando viajas -sostiene- descubres el mundo y que hay un amplio abanico de opciones. “No me presiono”.
Bajo esa lógica, relata, puede decidir que solo tendrá sobrinos o “quién sabe, hacer lo que en España, en donde se ha puesto de moda que las cincuentonas tengan bebés”.
Leone enumera la lista de posibilidades: usar óvulos donados (una de sus amigas se especializa en reproducción asistida), también adoptar a un niño o cuidar de una mascota. Hay varias decisiones que puede tomar, el punto -señala- es estar en la capacidad para escoger bien. “Hay que romper el esquema de la mujer víctima, tengo 20 mil cosas que hacer”.
Hace poco no pudo ir a la celebración del cumpleaños de una amiga. Debía escribir el informe de una investigación en marcha. Aunque le apena no haber compartido con ella sabe que es la vida que escogió.
La genetista podría decidir tener un trabajo con menos responsabilidades, para salir a las 17:00. Pero -recalca- ella eligió la investigación, que a veces le exige estar sábados y domingos en el laboratorio.
En Londres, en otro posdoctorado, tuvo compañeros que decidieron que no querían más ese ritmo “De pronto no les gusta el grado de exigencia”.
Marcia Yasbek preside Mujeres Por Ecuador, que intenta lograr que en las empresas se den cuenta de los beneficios de tener más equilibrio de género en los roles directivos. Hay mucho por hacer, confiesa, pues aún se penaliza a las trabajadoras y ejecutivas que van a ser madres. Lucha por un cambio de paradigma: la responsabilidad de los hijos es de ambos no solo de la mujer.
El 54% de madres ejecutivas limita sus carreras profesionales por buscar equilibrio entre el trabajo y la familia. Esto según Mujeres 2017, radiografía de las ejecutivas ecuatorianas, de Deloitte Ecuador. Participaron cien empresas nacionales y multinacionales. El 72% tiene hasta 400 empleados; el 16%, entre 400 y 1 000. Ellas, anota Yasbek, deben tomar decisiones y no dejar de lado sus carreras, a veces más exitosas que las de sus parejas.
Para María Elena Villacres, las mujeres deben tener metas claras en lo profesional, poder de negociación y delegación de funciones en casa.
A sus 55 años está al frente de la Dirección de Atención a Pacientes, Enfermería y Diagnóstico en el Metropolitano. Tiene 31 años en el hospital, la misma edad de su hijo mayor. Al segundo lo tuvo con años de diferencia, cumplió 20.
María Elena empezó como enfermera, hacía turnos rotativos de ocho horas, que empezaban a las 07:00, a las 15:00 y a las 23:00. Sabe lo que es velar, tener a los hijos en guarderías, trabajar en feriados cuando todos descansan. Agradece el apoyo de la familia. Sí ha sentido esa culpa por no estar en momentos importantes, pero cree que se puede compensar.