‘Muisne’, la mirada incómoda del terremoto

El director y guionista Pocho Álvarez revisa los registros documentales en su estudio, en Quito.

El director y guionista Pocho Álvarez revisa los registros documentales en su estudio, en Quito.

El director y guionista Pocho Álvarez revisa los registros documentales en su estudio, en Quito. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Al Pocho Álvarez, el terremoto del pasado 16 de abril le sorprendió en la ciudad amazónica de Lago Agrio, donde realizaba un registro de imágenes sobre el caso Texaco. Una semana después llegó con su cámara hasta la localidad de Muisne, en Esmeraldas, donde inició el registro documental sobre la magnitud de la tragedia y sus consecuencias.

El resultado de ese trabajo se presenta este jueves 15 de diciembre de 2016 con el estreno del documental ‘Muisne, aquí nos quedamos biejo Lucho’. Frase que resume la postura de una comunidad que se niega a abandonar el territorio donde ha forjado su identidad y construida, así con ‘b’, como expresión de una cotidianidad recogida textualmente en el documental.

Álvarez no sintió el terremoto cuando se encontraba en Lago Agrio, y solo alcanzó a dimensionar la magnitud del desastre cuando empezaron a circular los primeros reportes de víctimas y daños materiales. La preocupación inicial por su familia se extendió inmediatamente hacia la difícil situación a la que se enfrentaban otros cientos de familias.

“En las grandes tragedias las más afectadas son las comunidades más frágiles y eso no dejó de ser una excepción en este caso”, dice sobre las circunstancias que le impulsaron a ser parte de la catástrofe como documentalista.

En una primera etapa, el cineasta ecuatoriano sirvió como mediador entre un organismo de socorro francés y organizaciones comunitarias en Muisne para la canalización de ayuda humanitaria. Un trabajo del que salió un primer cortometraje que se difundió en Francia con el objetivo de gestionar más ayuda.

Pero los problemas apenas empezaban en Muisne, pues según Álvarez, el terremoto de abril dejó expuesto una serie de problemas sociales, políticos y económicos que la comunidad viene arrastrando desde hace varias décadas.

Tras el primer impacto del terremoto, la comunidad de Muisne se enfrentaba a otro problema. Una resolución de la Secretaría de Gestión de Riesgos declara en zona de riesgo a toda la isla y prohíbe los asentamientos humanos.

La decisión provoca una reacción de rechazo en la comunidad y despierta la inquietud del documentalista, que inicia un proceso de registro, obedeciendo a un sentido de solidaridad con una comunidad vulnerable y con la idea de “aproximarse a la verdad”.

La cámara de Álvarez registra imágenes que atestiguan el impacto del terremoto en una población que ya vivía con privaciones. Luego aparecen los rostros y las voces de hombres y mujeres que cuentan cómo perdieron sus viviendas, sus trabajos y la tranquilidad.

Los testimonios dan cuenta de la salida de los servicios de la administración pública, la retirada del contingente militar y la prohibición de entregar más carpas a los damnificados que se negaron a dejar la isla.

Por otra parte, el filme resalta una serie de contradicciones en los discursos oficiales, pero también las formas de organización de una comunidad en busca de respuestas.

Si en un momento se ofrecía construir un puente hacia la isla, como impulso para el desarrollo urbano, luego se insistía en el peligro de habitar ese territorio. “Zona de riesgo para sus pobladores, zona segura para el turismo”, es la inquietud alrededor del cual gira este proyecto, que Álvarez emprende con el objetivo de interpelar al espectador sobre una realidad poco visible.

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