Una muestra reivindica a los ‘Sujetos tóxicos’ en Guayaquil

Una visitante observa parte de la obra Utensilios dese­chables, de Emilio Seraquive. Foto: Alexander García/ EL COMERCIO.

Una visitante observa parte de la obra Utensilios dese­chables, de Emilio Seraquive. Foto: Alexander García/ EL COMERCIO.

Una visitante observa parte de la obra Utensilios dese­chables, de Emilio Seraquive. Foto: Alexander García/ EL COMERCIO.

En tiempos en los que se señala a la toxicidad en las personas o en las relaciones interpersonales, una exposición de arte contemporáneo reivindica el ‘poder nocivo’ y ‘recalcitrante’ de los sujetos tóxicos para generar una suerte de revulsivo estético o discursivo.

Entre lo bucólico, lo grotesco y lo perturbador se ubican los personajes de Emilio Seraquive, pinturas y esculturas -modeladas con óleo y materias mixtas-, monstruos que satirizan los dilemas del hombre actual y que, según el artista, encarnan el desastre cotidiano y la crisis existencial de seres desequilibrados. “Son seres que deambulan por un escenario caótico y claustrofóbico, sin salida ni conciencia vital”, señala Seraquive.

‘Sujetos tóxicos’ es precisamente el título de la exposición abierta hasta esta semana en el Museo Nahím Isaías, de Guayaquil, en la que participan ocho artistas lojanos, con una veintena de obras que incluyen pinturas, dibujos, esculturas, objetos y formatos instalativos y en las que la estética se transforma en un dispositivo crítico.

En piezas como ‘Piel con heridas leves’, Gabriela Punin cultiva tejido vivo a partir de bacterias y exhibe esa suerte de piel en bandejas de metal o sujetas a tijeras, elevadas a un formato instalativo. Se trata de un discurso sobre los límites de la creación y los dilemas éticos de la ciencia y tecnología.

Hernán Pacurucu, curador de la muestra, exalta el aliento antihegemónico de estas ‘figuras del desencanto’ que son los sujetos tóxicos, que generan incomodidad porque van en contra de la “normalidad hipócrita” establecida, del “hervidero majestuoso del servilismo”, y que se oponen a nutrir al monstruo que es el sistema, “Entendido así, el sujeto tóxico es un personaje que tiene posición, postura, integridad, por lo que es necesariamente crítico frente a temas de injusticias e inequidades”, dice Pacurucu en el texto curatorial.

En la visión del curador, el arte en sí mismo tiene como misión ser tóxico y los artistas están abocados a esa toxicidad, es decir, son seres críticos en un mundo lleno de sinrazones.

Juan Pablo Armijos
interpela desde el dibujo y el trazo caricaturesco a grandes obras de la historia del arte, desde ‘El nacimiento de Venus’, de Botticelli, a ‘La dama del armiño’, de Da Vinci. Los personajes de sus plumillas, con las órbitas de los ojos desproporcionadas, a veces sin boca, se asemejan a los de series de animación que aparecen en la televisión.

Mauricio Cruz exhibe una serie de objetos que son un reto al pudor e incitan a mirar en su interior, por algo titula a la obras como ‘Voyeur’. Cuando el espectador se acerca a mirar dos espejos de aumento, por ejemplo, un mecanismo electrónico los voltea y revela un pene y una vulva.

Entre los artistas participantes están también Freddy Guaillas, Leonardo Jiménez, Wilson Guamán y Néstor Ayala. Como anota el curador de la muestra, los proyectos parecen insistir en “que ser tóxico no es más que una forma de enfrentar al mundo sin la benevolencia conformista que sigue la corriente al sistema, y que el arte es un dispositivo crítico capaz de configurar otro mundo posible”.

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