Una muestra para redescubrir a Pedro Dávila
Pedro Dávila Silva retorna al barrio Las Peñas, donde vivió por una década y donde se exponen ahora sus obras.
Los rasgos orientales de buena parte de los personajes, la naturaleza de las escenas surreales, como salidas del mundo de los sueños, y un uso predominante de los tonos verdes y ocres marcan la sala central de la exposición ‘Mas vale renunciar, Pedro Dávila en los 80’. La muestra está dedicada a los inicios del artista guayaquileño y a las relaciones de su trabajo con los de su generación.
La exhibición permanecerá abierta hasta el 6 de octubre, en tres salas de la Casa Cino Fabiani, vivienda patrimonial del Barrio Las Peñas, en Guayaquil. Los dibujos, pinturas y acuarelas de Pedro Dávila Silva (Guayaquil, 1959), recorren estilos que van de lo caricaturesco y lo grotesco a lo refinado y delicado, todo marcado por una gran destreza técnica.
El artista se mueve entre dos grandes vertientes, la primera dedicada a un universo onírico e introspectivo y que pondera “la vida interior”. “No trabajo conscientemente”, explica. Traslada sus propios sueños a dibujos y pinturas, práctica para permanecer consciente mientras sueña, confiesa. También se conecta con su subconsciente a través de ejercicios de trazo espontáneo –dice– al cerrar los ojos ve parte de obras y va jugando con las líneas.
La otra gran vertiente que ha cultivado es el realismo. Una segunda sala exhibe obras que trabajó en los años 90 e incluye delicadas acuarelas de tonos pasteles.
‘Más vale renunciar’ se inscribe en la iniciativa Gyearte de la Universidad Casa Grande, que persigue la valoración del arte contemporáneo de la ciudad (1982 a la actualidad). El proyecto de entorno multimedia vuelca información sobre los artistas locales a su sitio web.
Este año decidió apoyar la exhibición de la investigación de Rodolfo Kronfle, historiador de arte local, sobre Pedro Dávila en los 80. “Dávila es fundamental, un hito en las genealogías de arte guayaquileño que hurgan en las poéticas íntimas, como era un artista extraño no se lo había ubicado en el mapa porque era difícil relacionarlo con otros”, indica Kronfle, curador de la muestra ‘Más vale renunciar’.
La exhibición la integran 80 obras, entre ellas dibujos y pinturas de miembros de La Artefactoría (Jorge Velarde, Xavier Patiño, Marcos Restrepo, Flavio Álava…), grupo que marcó la irrupción de lo contemporáneo en el arte guayaquileño y que protagonizó en el MAAC la muestra ‘¿Es inútil sublevarse?’ (2016-2017).
Hay tesis divergentes sobre si Dávila hizo parte de La Artefactoría, reconocido el año pasado con el Premio Mariano Aguilera a la trayectoria. Kronfle cree que Dávila se inscribe en esa generación, teniendo en cuenta que hizo parte del grupo base de artistas que ingresó al Colegio Fiscal de Bellas Artes de Guayaquil en 1976 y que egresó en 1979. Compartió un taller que alquiló junto con otros miembros del grupo apenas salieron de Bellas Artes. “La Artefactoría existe desde antes que le pongan el nombre, con la revista Objeto Menú, en el 83”, dice Kronfle.
Otra de las salas de la muestra pone en diálogo las obras de Dávila con las de artistas de La Artefactoría; “teje relaciones” al punto que es difícil identificar el autor de las obras sin acudir a las cédulas de información.
“Hay obras que comparten hasta la misma paleta. Hay elementos comunes como los fondos con patrones, unos manierismos en el tipo de figuración, el uso de iconografías como el pescado, cuestiones que entran y salen de bocas y ductos”, describe Kronfle. Ante el “ostracismo que vivía Guayaquil”, estos artistas tenían la mirada en los antiguos maestros, pero buscaban a partir de allí generar un tipo de figuración bizarra, agrega el curador.
El título de la muestra de La Artefactoría indagaba en las posibilidades del arte como herramienta política en los 80. La exposición de Dávila, un artista replegado en su universo propio, invita más bien al renunciamiento de esas pretensiones.
La muestra toma el título de la primera línea del verso 9 del libro ‘Tao Te Ching’, que el artista recibió como regalo de un amigo que adivinó en sus inicios las conexiones de su estética con el arte chino. El verso consta en el respaldo de uno de los dibujos exhibidos y parece profético sobre la carrera de Dávila Silva. “Más vale renunciar (…) Quien se enorgullece de sus riquezas, atrae su propia desgracia, retirarse de la obra acabada, del renombre conseguido, esa es la ley del cielo”.
‘Tao Te Ching’ contribuyó a modular el pensamiento y las representaciones del artista. “Me siento agradecido de que estén apreciando lo que he hecho –dice Dávila-, es un esfuerzo y un gran sacrificio ser artista, un camino a menudo lleno de injusticia, pero es un apostolado que consiste en defender tu vocación contra viento y marea”.