Una muestra explora las academias de arte

En la exposición se incluyen cuadros de artistas como Luis Cadena, Joaquín Pinto y Eugenia Mera de Navarro. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

La creación de academias de Bellas Artes cambió la dinámica del quehacer artístico del país durante el siglo XIX. Los artistas locales empezaron a combinar su trabajo en los talleres, con estudios en escuelas locales y algunos, gracias al apoyo de becas entregadas por el Estado, viajaron a estudiar a países como Italia y Francia.
Estas nuevas dinámicas son las que se cuentan a través de los 150 cuadros, esculturas, fotografías y objetos que son parte de la muestra Academias y arte en Quito, 1849-1930, que se inaugura hoy, 20 de abril, a las 19:00, en el Museo de Arte Colonial de la Casa de la Cultura (Mejía y Cuenca, esquina).
Con la aparición de academias de Bellas Artes, a escala mundial, la idea del arte como algo divino fue reemplazada por la de algo que se podía enseñar, con normas y reglas universales, dice Trinidad Pérez, una de las curadoras de la muestra.
Esta catedrática agrega que, en el país, las academias aparecieron en el contexto de la tradición de los talleres coloniales y de nuevas corrientes artísticas como la de la observación de la naturaleza y la presencia del mundo mitológico, que durante el siglo XIX convivieron con el arte religioso.
Ramón Vargas y Juan Agustín Guerrero, vinculados a la Escuela Democrática Miguel de Santiago, son dos artistas y gestores, cuyas obras están incluidas en esta exhibición, y que a mediados del siglo XIX estudiaron arte. Sus cuadros, en esta exposición, están junto al retrato de Pedro Traversari, el primer director de la Escuela de Bellas Artes de Quito.
Iván Cruz, quien colaboró con la museografía de la muestra, sostiene que con la aparición de las academias hubo un cambio de mentalidad en los artistas locales. “Antes de la apertura de estas instituciones el artista -dice- trabajaba por encargo. Los que estudian en las academias amplían su horizonte cultural y se politizan; empiezan a ser parte de las discusiones sobre lo que sucede en el país”.
Una de las obras que mejor ejemplifica el interés de estos artistas por lo que sucede en la vida política es la caricatura de Juan Agustín Guerrero en la que se lee: “Por la plata baila el perro y son de todos los colores” y se ve un hombre de traje y sombrero haciendo bailar a una jauría de perros.
En Academias y arte en Quito, 1849-1930 se incluyó una sala llena de yesos; modelos de figuras clásicas romanas y griegas que fueron parte de la Academia de Bellas Artes y que ahora pertenecen al acervo de la Facultad de Artes de la Universidad Central. “Los artistas que estudiaban en estas academias utilizaron los yesos como modelos para tallar sus esculturas”, explica Pérez.
Otra de las piezas que muestra cómo funcionaban los procesos educativos de la época son los estudios pictóricos sobre el cuerpo humano realizados por Luis Cadena, quien viajó a Roma gracias a una beca estatal y que luego regresó al país a dirigir la Academia de Dibujo. Estas obras ahora pertenecen al fondo José Gabriel Navarro, de la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit.
En la exposición también se incluyen estudios del cuerpo humano y de animales de Joaquín Pinto, un artista que no pasó por ninguna academia pero que siguió procedimientos de la educación formal, y que luego dirigió una de estas instituciones en Cuenca.
La artista que sí tuvo estudios académicos, y cuyas obras fueron incluidas en esta muestra, es Eugenia Mera de Navarro. Pérez explica que en la Escuela de Bellas Artes estudiaron muchas mujeres pero que no se conoce sobre su obra porque no entraron en los circuitos del mercado. En 1913 Mera ganó la Exposición Nacional de Bellas Artes, un salón anterior al Mariano Aguilera.
Con la apertura de las academias también llegaron profesores extranjeros como Paul Alfred Bar, quien introdujo el impresionismo en el país y quien influenció a varios artista de la época.
La exposición estará abierta hasta el próximo 30 de junio.