Miembros del colectivo La Pirueta en una presentación de teatro. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Si hay algo que siempre ha acompañado a la humanidad y la vida en la Tierra a lo largo de su existencia, sin que haya cesado un instante, eso es la muerte. Motivo universal que ha producido mitos, grandes narraciones, estudios y desvelos, en Quito inspiró la creación de un festival cultural.
La primera edición del Festival de los Muertos tiene al barrio La Ferroviaria como su base de actividades. Hasta el 31 de octubre se desarrollan talleres, charlas y presentación de obras en este poblado sector del sur quiteño.
El colectivo organizador, Taller La Pirueta, nació en La Ferroviaria y ha visto sus transformaciones; ellos quieren reforzar los lazos sociales y culturales de dicho espacio catalogado como peligroso.
Para Maritza Rubiano y Christian Aslalema, dos de los organizadores, La Ferroviaria ha perdido su dinámica comunitaria y es a propósito de la muerte que pueden generar diálogo entre los moradores.
Precisamente, en anteriores épocas el fin de la vida era un factor movilizador de la sociedad. Un lazo negro en puertas de casas, además de anunciar un deceso, era el símbolo que invitaba al barrio a ofrecer sus condolencias y acercarse a los dolientes. Lo que se evidencia en la aceptación y amplia difusión del arte funerario, de la que aún quedan demostraciones en Ecuador.
Obituario a La nariz del diablo
Esculturas, obituarios poéticos y coronas con arreglos florales de exquisitas combinaciones cromáticas tan solo son una pequeña muestra de ello.
No obstante, en la actualidad, hablar de la muerte provoca incomodidad entre los asistentes a una tertulia. En efecto, algunos grupos sociales en países como Francia o Inglaterra sancionan moralmente el duelo y está en alza la demanda de atención psicológica para tratar casos de negación de la muerte de un allegado.
Para abordar estos fenómenos y la visión negativa que a veces se le otorga a la muerte, el festival también incluyó el ciclo de charlas La vida, la muerte y la fiesta.
En esta se reflexiona sobre las visiones de la muerte desde la perspectiva andina, afroecuatoriana e hindú –específicamente desde la corriente Hare Krishna. Respectivamente, sus expositores son Alodia Borja, David Lascano y Candra Van Das.
Aunque el ciclo está dirigido a adultos de La Ferroviaria, niños y jóvenes también han participado del festival. Por ejemplo, en el taller de elaboración de máscaras con estilo africano. Mismas que se mostrarán el 31 de octubre, junto a 10 altares funerarios realizados por moradores del barrio.
Mientras que la obra ‘La panadería del tío negro’ de la compañía teatral Circómico, ya presentada el sábado 25 en el sector, congregó a vecinos de todas las edades en el Parque de las Mallas, por otro lado, ya se encuentran ubicados en algunos locales 10 obituarios ficticios que homenajean la vida de ciudadanos de a pie.
Obituario al Obrero textil
Este tema ha acompañado al colectivo desde sus inicios, cuando crearon la comparsa de las Calacas Festivas; un grupo de personajes que con sus máscaras de calavera alegran a la gente en los eventos que se presentan. Ellas encarnan, con sus actos teatrales, la mirada existencialista del festival, traspuesta en el lema de esta edición: “La muerte es inevitable… la vida también lo es”.
Maritza Rubiano añade que “celebrar la vida recordando la muerte” no solo es el gran objetivo del festival. En su trasfondo está convertir en patrimonio intangible a este proyecto que quiere rescatar los vínculos sociales del barrio La Ferroviaria.
Así lo señala Christian Aslalema, quien no descarta la réplica del festival en otros barrios y provincias para las próximas ediciones.
No Olvide
El cierre. El 31 de octubre se visitarán los altares funerarios y obituarios, desde las 16:00 en la calle Medardo Alfaro.
El evento. Después del recorrido, también acompañado por la muestra de las máscaras, se presenta el performance ‘Origen’, de Paula Ullauri, Patricia Jurado, Niro y una banda de pueblo. Parque de las Mallas de La Ferroviaria.