Su presencia numerosa en las últimas semanas en diversos sectores de Quito ocasiona inquietud e incomodidad. Sin embargo, se trata de mosquitos inofensivos y se descarta que sean transmisores de alguna enfermedad.En zonas como la avenida Nueva Oriental se los ha visto en grupos grandes. También fueron detectados en sectores como el Parque Metropolitano, la avenida 12 de Octubre, San Blas, el valle de Los Chillos, entre otros. Aunque Gabriela Pañora, quien vive cerca de la Plazoleta de Guamaní, en el sur de Quito, comenta que su sector aún no ha sido afectado por estos mosquitos. Pero Ximena Toro, vecina del sector del Colegio Mejía, en el centro norte de la capital, los ha encontrado sobre las ventanas o en pleno vuelo por las habitaciones de su casa. “No me han picado, pero es molestoso verlos”.Patricio Ponce, investigador del Centro Internacional de Zoonosis de la Universidad Central, lo identifica como un mosquito de la familia Sciaridae. Además, aunque todavía no se logra determinar el género, Ponce y Álvaro Barragán, entomólogo de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, coinciden en que no se trata de un mosquito vector (transmisor de enfermedades como el dengue, la malaria, el paludismo y otras).Luego de los primeros análisis en laboratorio a varios ejemplares de este tipo de mosquitos, Ponce deduce que cada uno tiene características con diferencias marcadas (ver infografía) y por eso descartó que sea un vector. “A diferencia del Aedes aegypti del dengue, que crece en charcos o reservorios de agua, las larvas de este mosquito están en la vegetación en descomposición. Además, son fitófagos. Se alimentan de hierbas y plantas”. El experto de la Universidad Central también considera que no hay fundamento para una alarma. “Antes no los habíamos puesto atención. Pero ahora que aparecen en grandes cantidades, enseguida los asociamos con bichos que chupan sangre”. Los especialistas manejan al menos dos hipótesis sobre esta presencia inusual. La primera es que siempre estuvieron en Quito, pero no en las cantidades vistas en los últimos días. Ponce y Barragán sostienen que esta aparición inesperada se debe al desbalance climático, en particular a causa de los más de siete meses de sequía que soportó la región hasta abril pasado.También explica que cada hembra deposita alrededor de 50 huevos, que eclosionan con la humedad. Por la falta de lluvias, se acumularon en grandes cantidades y ocurrió una suerte de explosión cuando empezó a llover. Entonces, comenzaron a desplazarse en grupos que parecen nubes. Tampoco hay certeza de si habrá un declive de estos insectos. La otra conjetura es que emigraron de otra zona y que lograron adaptarse en los 2 850 metros de altitud de Quito por el incremento promedio de la temperatura en la zona. Barragán resalta que estas alteraciones del clima hacen que otros insectos, organismos, plagas y hongos incrementen sus poblaciones. “Hay árboles ornamentales de la ciudad, por ejemplo, que han sufrido una gran defoliación por el ataque insectos que aumentaron sus poblaciones”. Asimismo, los especialistas no descartan que el aumento de las temperaturas abran la posibilidad de encontrar poblaciones de zancudos y mosquitos que pican en zonas de la Sierra. “Hoy no son tan grandes ni abundantes que puedan representar un peligro como ocurre en la Costa. En un futuro lejano puede producirse una epidemia, pero por ahora no hay por qué alarmarse”.Al respecto, a Ponce le preocupa que en lo que va de este año ya se hayan reportado tres casos de dengue clásico en Lita, una parroquia del cantón Ibarra que se ubica a unos 250 m de altitud. El caso evidencia que el mosquito Aedes aegypti se adapta a zonas diferentes a las habituales.Barragán recomienda no alarmarse por la presencia de los mosquitos (simúlides, de cuerpo negro) y de los zancudos culícidos (que chupan sangre) en sectores como los valles de Quito. “No son tan grandes ni peligrosos como ocurre en la región costera. Además, es poco probable que se conviertan en vectores”.