En el norte de Guayaquil, cientos de personas salen cada día para realizar sus compras y vender productos. Usan mascarillas para prevenir el contagio. Foto:José Sánchez / AFP
El crecimiento exponencial de los contagios y fallecimientos en Guayaquil por covid-19 y el precario manejo de cadáveres alarmó a muchos en Ecuador y en el mundo.
Pronto hubo voces, como las del presidente de la República, Lenín Moreno, y de la directora del Servicio Nacional de Riesgos, Alexandra Ocles, acusando a los guayaquileños de indisciplinados y poco inclinados a seguir las reglas o a colaborar para controlar el crecimiento de la pandemia.
De estas afirmaciones muy pronto se hicieron eco las redes sociales y varios medios de comunicación, lo que generó pánico e incertidumbre y profundizó el regionalismo entre Quito y Guayaquil, en momentos en que el país debería estar más unido que nunca.
Si bien muchas opiniones se han vertido sobre el tema, existen pocos estudios que contribuyan desde una óptica más científica y menos sesgada al análisis de este fenómeno. Por eso, consideramos una obligación académica la de aportar a un debate que creemos que no se ha abordado con sensatez y objetividad por casi ninguno de los involucrados.
Con ese propósito, acudimos a los datos del Barómetro de Las Américas del Latin American Public Opinión Project (Lapop), de la Universidad de Vanderbilt, una encuesta sobre opinión pública y cultura política que incluye a la mayoría de los países ubicados en las Américas.
La encuesta más reciente en Ecuador se levantó entre enero y marzo de 2019, con una muestra que incluyó 1 533 entrevistas cara a cara en 51 cantones, con distribución urbano-rural, y con emparejamiento de frecuencias por grupos de edad y género, lo que la hace muy precisa.
Lo primero que llama profundamente la atención es que, al momento de la entrevista, el 21,4% de guayaquileños dijo que se encontraba buscando activamente trabajo, mientras que solamente el 10% lo hacía en Quito. Estos resultados no solamente contrastan fuertemente con las cifras oficiales del INEC de marzo de 2019, en las que únicamente el 5,8% de la población no tenía empleo a nivel nacional, sino que también desvela la enorme asimetría del desempleo que azota a las dos ciudades más grandes del Ecuador. Según el Barómetro, el porcentaje de personas que se encuentran activamente buscando empleo en el resto del país es del 15,5%.
Esos datos nos llevaron a preguntarnos si en realidad es la indisciplina o es más bien la falta de empleo la que hace que los habitantes de Guayaquil necesiten salir de sus hogares, justamente con el propósito de procurarse algún medio de subsistencia.
Esta conjetura puede ser analizada también desde la perspectiva de la capacidad de gasto: si una parte importante de los habitantes de esa ciudad no cuenta con un empleo adecuado, pero ha logrado acumular un capital mínimo que le ayude a subsistir durante los días de confinamiento en sus hogares para aplanar la curva de contagios, se esperaría encontrar una buena parte de población en los quintiles más altos de acumulación de bienes de consumo.
Para determinar la capacidad de consumo de los entrevistados, el Barómetro de Las Américas hace una pregunta que mide la cantidad de bienes que estos poseen en el hogar. Específicamente, los investigadores preguntan al entrevistado si cuentan con una serie de artículos como refrigerador, teléfono fijo y/o celular, vehículo, lavadora de ropa, horno microondas, etc.
Si bien esta no es una medida perfecta de la capacidad de consumo, la misma provee a los investigadores de una referencia bastante fiable para poder crear una escala de quintiles de poder adquisitivo.
De acuerdo con las respuestas de los entrevistados, aproximadamente dos de cada 10 habitantes de Guayaquil están dentro del quintil de poder adquisitivo más bajo, mientras que en Quito la relación baja a uno de cada 10. Desde el otro extremo, el 13% de los habitantes de Guayaquil están en el quintil más alto versus el 37,3% de habitantes de Quito; es decir, hay casi tres veces más personas ubicadas en el quintil más alto de poder adquisitivo en Quito en comparación con Guayaquil. En el resto del país la proporción más alta está ubicada en el quintil más bajo y la menor en el más alto.
El indicador de desempleo, junto con los quintiles de poder adquisitivo, muestran que los habitantes en la ciudad de Guayaquil atraviesan significativamente por mayores problemas económicos que sus conciudadanos en Quito. Sin embargo, se podría pensar que mientras se pueda acceder a lo suficiente para alimentarse, la gente posiblemente obedecería sin problema las políticas de confinamiento dispuestas por el Gobierno, aunque no tenga un empleo adecuado ni posea bienes de consumo dentro del hogar.
Para verificar esta hipótesis utilizamos las respuestas a la pregunta de si en algún momento en los últimos tres meses el informante o alguien en su hogar comió una sola vez al día o dejó de comer un día.
Las respuestas a esta pregunta son alarmantes, pero esclarecedoras. Mientras en Quito el 23,6% de los entrevistados contesta afirmativamente, lo que está bastante cerca del promedio del resto del país, en Guayaquil el 32,5% responde afirmativamente, es decir que entre 3 y 4 de cada diez habitantes de esa ciudad dicen haber comido una sola vez o dejado de comer al menos un día en los tres meses anteriores.
Frente a estos hallazgos, se consideró necesario ahondar más en la situación económica de los entrevistados y su percepción sobre el tema, por lo que se abordaron dos preguntas: la primera, si considera que el ingreso de su hogar aumentó, permaneció igual o disminuyó en los últimos dos años; y, la segunda, si considera que su situación económica actual está mejor, igual o peor que la de hace 12 meses.
Las respuestas nos muestran que el porcentaje de habitantes de Guayaquil que considera que su situación económica se ha deteriorado es más alta que en Quito, pero también más que en el resto del país.
En conclusión, lo que estas cifras muestran es que la situación económica de los habitantes de Guayaquil es mucho más precaria que la de los habitantes de Quito e incluso que la del resto del país, sin que la situación a escala nacional sea óptima, por supuesto.
Así, el “modelo exitoso” de Guayaquil parece naufragar en la realidad de los hechos, con un importante porcentaje de su población empobrecida, sin trabajo y con apenas los ingresos justos para vivir el día a día, a lo que hay que sumarle la gran debilidad estatal, tanto nacional como local, que se ha podido palpar en la respuesta a la crisis sanitaria.
Lo anterior contradice en gran medida la supuesta priorización de gasto en lo social y de salud del actual Gobierno, pero sobre todo del anterior -que contó con mayores recursos-, así como un modelo de manejo de la ciudad, supuestamente exitoso, pero que, evidentemente, no fue direccionado a la solución de sus problemas estructurales.
Así, no se le puede pedir a la gente que opte entre la certeza de no comer quedándose en casa, frente a la posibilidad, un tanto incierta, de contagiarse e incluso morir por el covid-19, sin antes tomar medidas paliativas que les permitan a ellos y a sus familias llevarse algo a la boca todos los días, situación en la que, hasta el momento, tanto el Gobierno central como el local han fallado estrepitosamente.
Creemos necesario que, tanto el público en general como los medios y los actores políticos, antes de hacer afirmaciones sesgadas y/o tendenciosas, cuya consecuencia es la profundización de las divisiones que en este momento son más peligrosas que nunca, y juzgar ciertos comportamientos desde una realidad distante a la que viven la mayoría de los ecuatorianos, reflexionen sobre lo que hay detrás de una persona cuyas opciones son morir de hambre o, quizá, morir de covid-19.
*50+1 Ecuador
**Vanderbilt University