Nadie puede visitar al monseñor Alberto Luna Tobar sin la autorización de sus familiares. El clérigo cuencano permanece desde hace más de un mes en el hogar para adultos mayores Plenitud, ubicado en el sector de la Mena, en el sur de Quito.
La restricción rige incluso para los sacerdotes y monjas. Esta semana un grupos de religiosas quiso hablar con él y conocer sobre su estado de salud, pero no pudieron cruzar la puerta de rejas de la entrada de la casa hogar.Luna Tobar tiene 86 años. 19 de ellos estuvo al frente del Arzobispado de Cuenca. Desde ahí reivindicó a los movimientos y grupos sociales campesinos, indígenas y de trabajadores. Marcó distancias con los grupos tradicionales del catolicismo y fue su duro crítico. Comulgó con la teología social de la Iglesia. Fue parte de la Coordinadora de Movimientos Sociales, que agrupaba a grupos de centroizquierda política. Por ello lo tildaron de ser un “cura rojo”, pese a que venía de una familia de prominentes diplomáticos.
Luna Tobar aseguró que no era ni rojo ni blanco ni negro. “El rojo me gusta por mi afición a la tauromaquia, muy discutida, pero que nadie me la puede quitar”. Al ex arzobispo era común observarlo en medio de las protestas sociales y en las comunidades más alejadas, especialmente de Azuay, organizando a las bases y defendiéndolas. “El pobre no necesita prólogo, introducción ni índice de lo que es su vida. Si a un pobre le preguntas cuáles son tus bienes, él responde: yo”, dijo a este Diario Luna Tobar.
En marzo de este año, la Casa de la Cultura Benjamín Carrión organizó un homenaje en Cuenca y el padre fue nombrado ecuatoriano de vida ejemplar. “No me alcanza el alma para agradecerles”, dijo entonces en medio de la ovación de sus seguidores.
En la casa hogar, Tobar Luna casi no sale de su habitación. Se ayuda de un bastón pora poder caminar. Tiene el cabello cano y escaso en la frente. Su mirada es profunda. Habla despacio y como si susurrara al oído.
La habitación en la que se encuentra tiene aproximadamente 6 m² de tamaño y está alfombrada. Cuenta con un televisor, baño privado y una cama grande. Cuando se inauguró la casa hogar Plenitud, su principal promotora, Cecilia de Paz, dijo que los cuartos se construyeron con la lógica de los hoteles cinco estrellas.
“Las instalaciones son de lujo”, dijo un trabajador. “Siempre están limpias y tienen varias áreas de recreación y espacios verdes para los adultos mayores que son aceptados como residentes”. El sitio cuenta con médicos especialistas como fisioterapistas y psicólogos que evalúan de forma permanente el estado de salud de las personas de la tercera edad.
A Luna Tobar se le asignó una enfermera para que lo cuide y, según uno de los trabajadores, todos los días recibe visitas de sus familiares. “Él está muy bien tratado, aunque me confesó que su sueño es pasar los últimos días que le quedan en su Cuenca querida”.
Luna Tobar fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1946, cuando tenía 22 años, en la Cartuja de Miraflores de Burgos (España). A los 13 años dejó a su familia en Ecuador para irse a España a enrolarse a la comunidad Carmelita. Fue enviado a Quito y desde entonces entregó su vida al cuidado de los más necesitados. Durante más de 15 años visitó, cada martes, a los enfermos del Leprocomio de Verdecruz. También ha estado cerca de las familias que, por la falta de recursos económicos, han emigrado al exterior.
Ha publicado libros y ha sido articulista en medios de comunicación impresos. También ha sido profesor de filosofía y teología en la Pontificia Universidad Católica en Quito.
Integró la comisión que se creó para auditar la deuda externa y también la Comisión de la Verdad, para sacar a la luz las violaciones de DD.HH. durante los últimos gobiernos. Ha sido un crítico de los tratados de libre comercio y del proyecto de ley de Comunicación que se tramita en la Asamblea Nacional.
Autoridades públicas, políticos y dirigentes sociales lo buscan para pedirle consejo, antes de tomar una decisión. Pero desde hace más de un mes Luna Tobar no puede recibirlos en su nuevo hogar, sin una autorización.