Para Mónica Ojeda la poesía es una zona de desborde

La escritora ecuatoriana obtuvo premio nacional de poesía y el Alba de Narrativa, entregado por la Feria del Libro de Cuba

La escritora ecuatoriana obtuvo premio nacional de poesía y el Alba de Narrativa, entregado por la Feria del Libro de Cuba

La escritora ecuatoriana obtuvo premio nacional de poesía y el Alba de Narrativa, entregado por la Feria del Libro de Cuba. Foto: Mario Faustos/EL COMERCIO

La escritora guayaquileña Mónica Ojeda Franco, de 27 años, obtuvo el Premio Nacional de Poesía Emergente Desembarco por 'El ciclo de las piedras', un poemario sobre la fragilidad de la infancia.

La profesora de literatura de la Universidad Católica de Guayaquil habló con EL COMERCIO sobre su novela, La desfiguración Silva, que obtuvo el año pasado el Premio Alba Narrativa, y sobre una investigación en literatura pornoerótica.

¿Cómo congenia estas dos vertientes, narrativa y poesía?

Siempre me he considerado una narradora, empecé a escribir en prosa desde los 10 años. Y jamás me había lanzado a escribir en otro género. Probablemente tengo poco menos de dos años escribiendo poesía, siempre me había llamado la atención como lectora. Surgió una necesidad, fue algo espontáneo y lo dejé fluir.

¿Cuál es el punto de partida del poemario?

Partí de la experiencia de mi infancia. Me interesaba explorar la percepción de una infancia llena de terrores, de miedos, sobre todo por la fragilidad de la niñez. Todas las primeras experiencias que tienes con el mundo a veces son muy violentas. Esa experiencia de origen, de irte construyendo una identidad, me parece un espacio de vida muy conflictivo. (…) Encuentro en la poesía una forma de expresión que la narrativa no me permite. La poesía es una zona de desborde, de cruzar los límites. Esa libertad tan abrumadora, la libertad asusta, es lo que atrae. Es como un vértigo.

¿En el caso de la novela, qué pretendía?

Tenía unas preguntas que tenían que ver con el arte en general. Mis preguntas giraban en torno a qué es el arte, cuáles son sus límites, preguntarme por la ética, por las preguntas contemporáneas sobre plagio y falsificación. A partir de esas inquietudes creé personajes y una historia que no es una novela a la usanza. Fue una novela de una indagación filosófica.

¿Qué historia nos cuenta la novela?

De hecho hay bastantes historias. La central es cómo tres hermanos roban un guión cinematográfico, que fue escrito entre comillas por Ulises Estrella, uno de las figuras del movimiento tzánzico, y se lo atribuyen a una mujer que nunca existió. Hay personas que son engañadas, otros escriben críticas sobre la obra de un personaje que no existe. Hay todo un aparato sistematizado en la ficción.

¿En qué medida la novela es un artefacto?

Puedes encontrar capítulos donde los personajes hablan en primera persona, pero luego un guión cinematográfico, y luego un cuaderno de rodaje, otro capitulo es un ensayo de un personaje. Es como si tuvieras una carpeta frente a ti, con un montón de papeles de otras personas y te estuvieras metiendo en sus vidas a través de esos documentos.

Prepara un doctorado en literatura pornoérotica, ¿de donde viene esa inquietud?

Hice mi trabajo de fin de master (en la Universidad Carlos III de Madrid) sobre la literatura pornoérotica de mujeres de los años 80, escritoras del Cono Sur que escribieron este tipo de narrativa en la época de las dictaduras militares. Lo que estaban haciendo era algo sumamente valiente: escribir novelas que traspasaban el nivel de lo erótico, usando la pornografía como una postura política.

¿Encontraron en el erotismo una forma de disidencia?

Una forma de crítica. Esas novelas se desenvolvían en espacios de poderes fácticos y los personajes violentaban todas las normas de esos espacios, eran historias que se podían leer en clave política, de reivindicación de género, o clase… En el doctorado estoy ampliando la investigación con autores masculinos, como Lamborghini, Donoso o Giardinelli. Con las mujeres trabajé con Cristina Peri Rossi, de Uruguay; con Griselda Gambaro, Alicia Steimberg y Luisa Valenzuela, de Argentina.

¿Le interesa el erotismo en su literatura?

No realmente (ríe). Puedo decir que en mi última novela, ‘Nefando’, mención del premio Miguel Donoso Pareja, trabajo sobre el tema del deseo de los cuerpos y la violencia, atraviesa un poco ese tema, pero no es una novela erótica ‘per se’.

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