Las mariposas monarca perdieron a uno de sus principales defensores. El reconocido entomólogo Lincoln Pierson Brower dedicó toda su vida al estudio de estos insectos, con la intención de que la especie y su proceso de migración no desaparezcan por las amenazas actuales.
Al igual que lo hizo durante su vida, su muerte también logró que las personas se enfoquen en el estado de conservación de estos animales. El mes pasado se difundió la noticia de su muerte a los 86 años de edad y el foco de atención se posó nuevamente en su trabajo y en los riesgos que enfrentan las monarcas para emprender su vuelo cada año hacia territorio mexicano.
El interés de Brower por estos insectos se despertó desde niño. Cuando a sus 5 años vio el aleteo de una mariposa Lycaena hypophleas, se dio cuenta que estas especies ocuparían gran parte de su vida. Lo hicieron por más de 60 años.
Sus estudios se enfocaron en describir los ciclos del vuelo de las monarcas, las cuales viajan miles de kilómetros desde Estados Unidos hasta las montañas ubicadas en el centro de México. Lo más sorprendente, decía Brower en sus entrevistas en vida, es que las mariposas que cada año llegan hasta su destino, nunca antes habían estado allí y aun así saben exactamente adonde ir.
Las monarcas que llegan a México son las descendientes de las que volaron en el anterior ciclo hasta el país de Centroamérica. Una vez que se termina su estancia, emprenden nuevamente vuelo hacia el norte. En el camino se reproducen y después mueren, por lo que las siguientes generaciones son las encargadas de repetir el proceso, pero cada vez con mayor dificultad, por las amenazas a las que se enfrentan en la actualidad.
Esto era lo que más preocupaba al científico, quien fue uno de los primeros en advertir sobre el problema y en la década de los años 80 trabajó con el Gobierno y grupos de conservación en la creación de santuarios para la protección de estos insectos.
Andrew Brower, su hijo y biólogo de la Universidad Estatal de Middle Tennessee, recuerda las veces en las que viajaba junto con su padre a las montañas de Michoacán, para ver los millones de mariposas que se posaban en las hojas y troncos de los árboles. Otras volaban encima de sus cabezas, mientras ellos permanecían allí observándolas durante largos períodos.
Según Andrew, su padre siempre será recordado por “sus esfuerzos incansables” de defender a estos insectos de la deforestación, el uso indiscriminado de pesticidas en las áreas cercanas y los cultivos modificados genéticamente en Estados Unidos.
“Me alegro de que el patrón migratorio de las mariposas no haya desaparecido mientras mi papá estaba vivo”, dice, pero teme que pueda extinguirse en un futuro cercano, ya que el entomólogo ya había advertido sobre la “drástica” disminución de las actuales poblaciones de monarcas en México, en comparación con las que había visto en los años 70.
El profesor y biólogo de la Universidad Estatal de Middle Tennessee espera continuar el legado que le dejó su padre, a través de sus contribuciones en el estudio de estos insectos y su difusión al mundo.
Cuando a Brower le preguntaban: ¿para qué sirve conservar a las monarcas? El científico siempre respondía: “la mariposa monarca es un tesoro biológico tan o más importante como en el arte lo es la Mona Lisa”.