Los mitos y verdades sobre las perforaciones. Foto tomada de: commons.wikimedia.org
Las modificaciones corporales han sido parte de la humanidad a lo largo de la historia. Y en la actualidad, una de estas manifestaciones más populares son los piercings. La oreja, el ombligo, la ceja, la lengua, e incluso los genitales, son algunos de los sitios en los que se colocan estos llamativos aretes, cuyo material puede ser de titanio o acero.
Pero se ha preguntado alguna vez, ¿qué ocurre si se decide retirar el piercing y no volver a utilizarlo más?
En términos generales, los expertos en perforaciones señalan que los piercings en realidad nunca se cierran completamente, aunque el tejido sí puede cicatrizar y rellenar el agujero producido con el paso del tiempo. Los resultados finales pueden ser muy buenos, es decir, no se pueden notar, o por el contrario, quedará una marca visible.
A más del lugar donde se colocó la joya, el cerrado del agujero va a depender del tamaño del piercing y de cuanto tiempo se lo lleve. El proceso de sanado cuando se perfora por primera vez, también determinará los resultados posteriores, así como la capacidad de los tejidos para sanar.
Génesis Ortiz, tatuadora y artista corporal con más de tres años de experiencia, señaló que el orificio de un piercing sí se puede cerrar si se lo retira antes del primer mes de colocado. Aunque aclara que esto ocurre con más frecuencia en zonas como los lóbulos de las orejas, la nariz e incluso los cartílagos. Eso sí, nada evitará que “quede una pequeña señal en la piel”.
En otras zonas, como la lengua, la ceja o el labio, el proceso de cerrado será más difícil y será solo superficial.
De ahí que la experta recomienda realizarse las perforaciones en locales donde se presten las garantías del caso: materiales esterilizados, agujas nuevas y joyas desinfectadas.
Algunas personas, como Pablo Santamaría, atravesaron por procesos complicados al momento de perforarse. En su caso, cuando se colocó un piercing en la lengua, el orificio se infectó y tuvo varios problemas con la joya.
Según Ortiz, con los piercings de la lengua es común que se presenten este tipo de inconvenientes, ya que el arete constantemente roza con los dientes y las encías, e incluso puede desprenderse.
Precisamente eso fue lo que le ocurrió a Santamaría, ya que la parte superior del arete constantemente se salía por el rozamiento. “Una vez no pude evitar tragarme la pieza superior del piercing”, contó.
Fue entonces que decidió retirárselo, pero en la parte baja de su lengua le quedó una visible ampolla.
Para evitar infecciones y momentos desagradables, Ortiz recomienda mantener ciertos cuidados al momento de colocarse un arete. Por ejemplo, evitar los lácteos y alimentos grasosos, limpiar el orificio con suero fisiológico, y moverlo constantemente para que la piel se cicatrice de mejor manera.
Además, se debe evitar sudar en exceso y si hay señales de infección, lo mejor es acudir donde un experto para evitar complicaciones.
Jesús Legarda, en cambio, tiene un expansor en su oreja izquierda. Este tipo de modificación tiene un mayor tamaño que los piercings tradicionales. En su caso, él mismo se aumentó el tamaño del hueco de su oreja, introduciéndose objetos para aumentar su volumen. Aunque aseguró que no “le causó dolor”, lo ideal es expandir el orificio con medidas técnicas y que garanticen la seguridad de las personas.