Un mirlo posa sobre una escultura de piedra en el Itchimbía. Foto: Diego Pallero / ELCOMERCIO
Esta ave se ha convertido en un habitante más de la urbe capitalina. Su adaptabilidad a los cambios ha fortalecido a la especie en estas décadas, y ya es parte del paisaje.
Es uno de los habitantes más antiguos de Quito. Sus cantos estaban presentes en los poemas de Humberto Fierro. Y a su descendencia se la ve fácilmente en ventanas de casas, cables de energía, sobre señales de tránsito, saltando entre llantas de autos estacionados, sobre paredes cubiertas de vidrios, en bebederos de parques y hasta en basureros. Así es el mirlo, un ave territorial, competitiva y agresiva con otras especies como la tórtola.
Los mirlos son parte del paisaje urbano. Aquí, uno de estos posa sobre una cerca de vidrios a la espera de unas migajas de pan en una casa en el norte de Quito. Foto: Diego Pallero / ELCOMERCIO
El Turdus fuscater o mirlo serrano es un ave oportunista, que se adapta a los cambios. Y es por ello que la ciudad, sus espacios, sus rincones, su ruido y su concreto se convirtieron en su hábitat. Es fácil encontrarlo muy temprano en la mañana, cantando, volando por las calles, buscando alimento, casi siempre en solitario. Su plumaje negro, su pico y patas anaranjadas son parte ya del paisaje urbano.