Todos colaboraron en el enteje de la vivienda de doña Hortensia Guamán. Fotos: Cortesía Municipio de Saraguro y Hortensia Guamán
Es una de las tradiciones más arraigadas del país, principalmente en las nacionalidades indígenas. Se trata de la minga (‘minka’ en kichwa), antiguo pero vigente trabajo comunitario de utilidad social practicado en todo el Abya -ala (América). Generalmente termina con una gran comilona y bailes comunales, pagados por el beneficiario (wasiyuk).
Cada comunidad tiene sus variaciones. Los saraguros, habitantes del cantón lojano del mismo nombre, también tienen las suyas, explica Polivio Minga, técnico de Proyectos de ese Municipio.
La minga no solo es preocupación de la familia nuclear, sino de toda la familia ampliada y, por supuesto, del entorno comunitario.
Se puede pensar que, en todos estos momentos, los llamados a participar son estos familiares, asevera Polivio. Sin embargo, la fase final -que es la colocación del techo o el enteje- se convierte en el espacio oportuno para colaborar.
No es necesaria una convocatoria, es pura voluntad de parte de los amigos y vecinos lo que se evidencia ese día.
Todo se inicia con la adquisición, la recolección y el transporte de los materiales necesarios y termina con el ‘wasipichay’ (barrer o limpiar la casa, entre los familiares) y así dejar lista la nueva vivienda. Este se ejecuta después de la fase final del trabajo o al otro día.
La construcción de una casa en Saraguro, hoy en día, se ha modernizado con el uso de materiales prefabricados y de hormigón.
Sin embargo, enfatiza Minga, gran parte de la población aún mantiene las formas tradicionales -pero eficientes- de construcción, con el uso del adobe y el bahareque (tierra más carrizo o madera) y los techos de teja artesanal. Los diseños preservan las formas y estilos tradicionales, en uno o dos pisos.
Antiguamente, las casas eran de un solo piso y con una sola puerta de acceso a la sala principal. Hoy quedan pocos inmuebles que siguen esa tipología constructiva.
Estos fueron los parámetros seguidos el pasado 30 de julio, en la comunidad de Ñamarín, de la parroquia Saraguro.
Ese día, los familiares, comuneros, amigos y vecinos de doña Hortensia Guamán, quien desafortunadamente perdió su
vivienda por un incendio que fue causado por un cortocircuito semanas anteriores, se reunieron para ayudarla a rehabilitarla y adecentarla.
También participaron Abel Sarango, alcalde de Saraguro, y personal voluntario del Municipio que preside. Más de 50 personas fueron partícipes de esa tarea. En esencia, explica Polo Minga, se trató de una minga de enteje; es decir, de una reparación integral de la cubierta de la casa.
La minga de enteje en una construcción de casa se termina con la ‘warkuna’ (colgar).
Esta es una costumbre tradicional que parte de la creencia de que una vez finalizada la colocación del tejado, los asistentes -con el uso de una cuerda (soga)- atan por la cintura al dueño de casa o wasiyuk, y lo cuelgan o suspenden a media altura desde una de las vigas de la casa construida.
¿La razón? Que sea él o ella quien diga que “la casita está bien hecha, resiste mi peso y, por lo tanto, no se caerá y es segura para entrar a vivir”.
A esta persona se la mantiene allí, colgando, hasta que por voluntad propia ofrezca algo para los ‘mingados’ (personal que asistió a la minga). Este ofertorio, generalmente, consiste en una bebida -con alcohol o sin este- para todos los presentes.
Igual situación sucede con los otros familiares cercanos del wasiyuk y el maestro de obra. Todos ellos pasan por este ritual y, al final, cada uno entrega la bebida, que es recolectada por un administrador.
El momento de la comida es una ceremonia particular. Por obligación moral o por sentido de pertenencia con el wasiyuk, los familiares cercanos y los compadres llevan el ‘pinzhi’.
Este ‘regalo’ consiste en un “plato grande de comida preparada con arroz, trigo o papas, incluido un cuy asado, panes, mote y la famosa chicha de jora”, finaliza Minga.