El descanso devuelve la cordura

La atención a sus gatas (Kichi, en esta imagen) copa una parte importante de la jornada diaria de Miguel Jiménez. Aquí, en un rincón de su departamento en el norte de Quito.

La atención a sus gatas (Kichi, en esta imagen) copa una parte importante de la jornada diaria de Miguel Jiménez. Aquí, en un rincón de su departamento en el norte de Quito.

La atención a sus gatas (Kichi, en esta imagen) copa una parte importante de la jornada diaria de Miguel Jiménez. Aquí, en un rincón de su departamento en el norte de Quito. Foto: Diego Pallero / El Comercio

Miguel Jiménez no puede estar más de acuerdo con el consejo del poeta inglés William Wordsworth para vivir mejor: “Descansar y ser agradecido”. Desde hace un año, el director de orquesta está dedicado a fondo a la primera tarea: descansar. Difícilmente podría estar más feliz.

¿De qué estaba cansado?

Yo vivo de la música desde que tenía uso de razón. Mi papá era músico de la Sinfónica, entonces escuchábamos música todo el tiempo. Y a los cinco años me pusieron en el Conservatorio y desde ahí estoy en la música activamente.

¿Entonces estaba cansado de la música?

Ahora, sí. Todos esos discos que ve ahí, todos esos Long Play que ve ahí (señala a una pared con dos repisas llenas de discos, CD, casettes de video), todo es música, y desde que tengo uso de razón la he escuchado. Y ahora no quiero saber nada de eso, no quiero ni escuchar ni tocar porque estoy en un descanso. Por un rato.

¿Qué detonó la decisión?

Los músicos.

¿Para qué le ha servido el descanso?

Ahora puedo tomar más en serio la música; yo era músico de atril, como dicen, y quería volver a la música. Porque la dirección no tiene contacto directo con el instrumento, sino con los humanos.

¿Descansar de la música le ha servido para volver a darle importancia?

Así es. Entonces, ahora ahí tengo el instrumento (clarinete), de vez en cuando lo saco, lo toco y hago lo mío. Pero solo. También toco un saxo soprano; el resto (de instrumentos) los estoy vendiendo, porque se me están dañando.

¿Cuáles son las peores secuelas del trabajo ininterrumpido que usted ha experimentado o que ha visto sufrir a otros?

El contacto con las mismas personas todos los días es una de la principales cosas negativas. No se puede estar mucho tiempo como director.

¿Lo peor es el desgaste en el trato humano?

Sí, es el trato humano, no la música. Porque la música le mantiene a uno bien.

Ser director de orquesta o músico profesional, ¿en general, implica la aceptación de que el descanso será muy escaso, toda la vida?

Claro. Por ejemplo, hay personas como (Gustavo) Dudamel que quiso ser director siempre. Él tiene una idea diferente de obligación, porque es una obligación que se impuso él mismo para ser el director más grande del mundo.

Entonces cuando uno tiene este tipo de metas, ¿tiene que hacerse a la idea de que casi no descansará?

Nada. Esto es así toda la vida, hasta que se muere. Pero es una obligación que esa persona misma se pone.

Ya no sería una obligación sino una ilusión, ¿no?

Ilusión ya no, porque ya está dirigiendo. La ilusión ya pasó, porque ya se concretó. Entonces ahora viene esa idea de “yo soy el más grande”, “yo soy el mejor”, “yo soy el genio”.

Y tiene que comportarse como tal.

Sí. Es como con los atletas. Uno que quiere correr los 100 metros como Usain Bolt, está siempre corriendo.

¿Qué les diría a las personas que dicen que ya descansarán cuando se mueran y que por eso ni se les ocurre descansar ahora?

Eso decía yo cuando tenía 30 años, cuando tenía 40 años… Y hay que vivir de esa ilusión. Si alguien quiere ser director a carta cabal, entonces tiene que hacerlo así. Yo ya lo hice, para mí era una ilusión.

¿En qué momento cambió de opinión?

Cuando vi que hay gente muy superior y que nunca voy a llegar a eso. Nunca voy a llegar a Berlín, a Nueva York, a Chicago, a ninguna de esas orquestas. Entonces uno como que pone el freno y dice: “Mejor me dedico a hacer mi música”. No a ser director.

¿Entonces sí está de acuerdo con que hay personas que solo deben descansar cuando mueran?

Sí, pero solo cierto tipo de personas. Y hay quienes sin tanto talento igual lo hacen, porque tienen la ilusión de que van a llegar muy alto y está bien que vivan su ilusión.

¿Deberíamos tener días libres de la familia y de los amigos y no solo del trabajo? Un día, cada cierto tiempo, libre de todo.

Es muy necesario todos los días tener su espacio.

¿Un rato a solas cada día?

No solo un momento, sino muchos. A uno le envejece el ambiente, y le estresa, le atormenta, le enferma. Es un trajín del que uno necesita alejarse para recobrar la cordura.

En este año, ¿ha descansado de todo realmente, y no solo del trabajo?

Sí. Me he dedicado a cocinar, me he dedicado a leer libros que tenía ahí botados.

Como usted, varias personas toman los cambios de actividad como una forma de descanso. ¿Es efectivo como método reparador este descanso activo?

Mire, esa mesa yo la tengo como taller; aquí (señala un baúl) tengo un montón de herramientas y ando desarmando todo lo que está dañado. Claro que funciona el descanso activo; hay que trabajar con las manos, con la mente, con lo que sea, fuera de lo que uno hace normalmente. Eso le mantiene a uno vivo.

¿Cuál es su idea del descanso perfecto?

Estar solo y hacer lo que a uno le dé la gana. Es lo mejor. Vea esto (se refiere a su gata Kichi que está acostada a su lado): es el descanso perfecto. Ella viene, come, descansa, me da un beso y se va.

El filósofo Byung-Chul Han dice que estamos viviendo en la sociedad del cansancio, que produce individuos agotados, fracasados y deprimidos. ¿Es una exageración?

Le faltó malhumorados. Y creo que es la verdad, solo hay que ver las caras de la gente.

Pero es la vida que nos toca, ¿qué opción tenemos?

Nosotros (su generación) vivimos la época dorada de los años 60 y 70, de la marihuana, de lecturas increíbles. Se vivía más relajado. También había menos gente, menos carros, menos ruido. Había tiempo para ir al cine, para conversar. Y había menos tecnología.

¿Dice que la tecnología nos tiene agobiados?

Claro. Todo el mundo anda con esto (levanta su teléfono inteligente). Yo lo tengo, pero nadie me llama. Usted ha sido la primera persona que me llama en seis meses. Este teléfono era de mi sobrino, que dijo: “Este ya no me sirve, necesito el 7”. Y el próximo año necesitará el (modelo) 8.

La autoexplotación es la norma. No necesitamos un capataz que nos azote, porque nosotros mismos nos imponemos unos rigores y horarios espantosos, ¿por qué preferimos agotarnos en lugar de descansar?

Queremos tener muchas cosas. ¿Si ve todo eso que está ahí? (vuelve a señalar las repisas). Empecé con las cintas de riel, luego cassettes, Long Plays, CD y ahora MP3.

¿Pudiéramos tener vidas menos agotadoras si no quisiéramos tener plata para comprar tantas cosas?

Así es. Por eso le digo que ahora tengo que vender todo. Me agobia ver tantas cosas que están dañándose sin utilizar. Las cosas materiales están matando al ser humano.

¿Por qué hay gente que se siente culpable si descansa?

Esos son a los que les gusta vivir en Estados Unidos. Son los que dicen: “Yo trabajo ocho o diez horas diarias y me hago millonario”. Sigue siendo material el asunto.

Me hago millonario y estoy deprimido, enfermo, agotado.

¿Usted ha visto que todos los que tienen mucho dinero tienen unas panzas de este tamaño (hace un gesto con brazos y manos para graficar algo enorme alrededor de su torso)? ¿Sí les ha visto? Todos son iguales.

¿Hay algo de lo que usted no se canse nunca?

De la música. Pero… igual hay que tomarse un descanso.

De hecho, le cansó.

Sí.

En esta temporada de descanso que ha tomado, ¿le han venido ideas para crear nueva música?

Claro, no ve que (descansar) es como entrar a un cuarto viejo y decir: “¡Pucha, aquí ha estado todo esto!”.

Suplementos digitales