Sus obras están en conventos como La Merced, San Diego y San Francisco. Fueron pintados en el siglo XVII. Foto: cortesía del INPC
Miguel de Santiago es un personaje icónico de Quito. Su obra, los mitos y leyendas que se han creado alrededor de su figura mantienen altos niveles de popularidad dentro y fuera del mundo artístico contemporáneo.
Durante las últimas décadas, su vida ha sido desgranada por varios historiadores. De esas investigaciones se sabe, por ejemplo, que fue el pintor más codiciado por las órdenes religiosas (sobre todo por los agustinos), de la ciudad durante el siglo XVII.
Uno de los aspectos que no se habían estudiado a profundidad eran los detalles de su producción artística: los materiales, pigmentos y técnicas que utilizaba. En este mundo pusieron el acento, durante cuatro años, los investigadores del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC).
Como resultado de estas investigaciones, en las que se analizaron 14 obras, el INPC decidió dedicar el 2020 a la obra de este artista, a través de una serie de actividades, entre ellas el conversatorio titulado El Quito de la mitad del siglo XVII: Prácticas sociales y culturales que pudieron influir en la producción artística de Miguel de Santiago.
Martha Romero, responsable de la Unidad de Laboratorio y Análisis del INPC, cuenta que el proyecto se centró en proveer información sobre los materiales que utilizó y cómo los hizo. Uno de los hallazgos importantes es que Miguel de Santiago utilizaba una paleta de pigmentos y colorantes abundante, algo que era poco usual para la época.
El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural dedicará el 2020 a divulgar la obra del pintor Miguel de Santiago. Foto: cortesía INPC
“En las obras que analizamos en nuestro laboratorio encontramos más de 15 pigmentos entre los que se encuentran varios de origen mineral, así como colorantes orgánicos, entre ellos la cochinilla. Unos los mezclaba en la paleta y otros los hacía directamente sobre los cuadros. Sus obras tienen un uso muy técnico de los pigmentos pero hay otros que él se los inventa”, dice Romero.
A criterio del investigador Iván Cruz, la obra de Miguel de Santiago es de una maestría extraordinaria y añade que su tratamiento de la figura humana es magnífico. “La interpretación que hace de los grabados holandeses a los que les da color y vida es única. Sin duda, es uno de los grandes representantes del barroco”.
Miguel de Santiago produjo la mayoría de su obra a mediados del siglo XVII. Su primer contrato fue con la orden agustina, donde se dedicó a pintar su famosa serie sobre la vida de San Agustín. Luego trabajó en series como la de Los Milagros de Nuestra Señora de Guápulo.
Romero explica que, en su última etapa, sus cuadros tienen la impronta de su imaginación. “Es tan importante para el barroco quiteño que pasa de reproducir estampas a una expresión más libre y original con un estilo propio en el que utiliza paisajes y personajes de la Audiencia de Quito”.