Francisco Cadena (izq.) lidera varios proyectos de polímeros en la Politécnica Nacional. Foto: Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico en el mundo. Esta cifra difundida por la ONU muestra el grave problema ambiental que tiene la humanidad por el uso indiscriminado de este material.
Según esta organización, el 79% de la basura plástica está en vertederos o regado en el ambiente, en tanto que solo el 9% se recicla, mientras que el 12% se incinera.
Ante este panorama, los especialistas aseguran que si los patrones de consumo y de gestión de residuos continúan al ritmo actual, en 30 años más habrá cerca de 12 000 millones de toneladas de basura de plástico en vertederos.
El problema es que el plástico, que también va a parar a los océanos, puede tardar siglos en descomponerse.
Para evitar que este material continúe afectando al planeta, la comunidad científica busca posibles sustitutos que no provengan del petróleo, sino de fuentes naturales.
Uno de ellos es el quitosano que, como explica Francisco Quiroz, jefe del Departamento de Ciencias de los Alimentos y Biotecnología de la Politécnica Nacional, es un derivado de la quitina, un polímero natural presente en las cáscaras o exoesqueleto de los crustáceos, como los camarones y los langostinos.
Aunque el quitosano es un material interesante, todavía no consigue competir con el plástico, pero tiene gran potencial para los científicos porque es abundante en la naturaleza. De hecho, es el segundo material orgánico con mayor presencia en el planeta.
Una de las características más destacables de este material es que, por su composición a base de desechos orgánicos, una vez que se convierte en basura puede reintegrarse al suelo e incluso aportarle algunos compuestos.
Quiroz indica que por precio y tecnología, aún está lejos de que se lo utilice a gran escala.
Mientras tanto, para el investigador Ernesto de la Torre, del Centro de Metalurgia Extractiva de la Politécnica Nacional, la quitina y otros biopolímeros sí pueden substituir parcialmente a los plásticos utilizados, por ejemplo, para el embalaje de alimentos. De igual manera, advierte que en el mundo existe un interés creciente por buscar materiales más amigables con el ambiente.
Por otro lado, Quiroz considera que hay otro sustituto con más posibilidades de desarrollo y se trata del ácido poliláctico (PLA). Este proviene del ácido láctico, extraído a partir del tratamiento de microorganismos sobre ciertos sustratos.
En este caso, puntualiza, todavía hay una brecha entre el costo de un material de este tipo respecto del que se obtiene actualmente por los derivados del petróleo. Además, las propiedades no son idénticas al que tiene el plástico y tampoco se procesa de la misma manera, lo que hace más complicado su desarrollo.
Actualmente, la infraestructura para obtener materiales plásticos convencionales está muy optimizada. Los precios rondan cerca de los USD 2 el kilogramo, mientras que los materiales obtenidos del ácido láctico serían, según Quiroz, dos o tres veces más costosos.
Para el investigador y catedrático Francisco Cadena, el quitosano, cuyo derivado es la quitina, se podría utilizar como envolturas, para el control de aguas servidas, para recubrimientos y para cubrir los medicamentos.
También destaca a los almidones, que al incorporarles un plastificante adoptan la apariencia de un plástico.
Lamentablemente, las propiedades mecánicas del almidón no son las mejores, porque la resistencia no es tan alta, pero se podría mejorarla.
Cadena también se refiere al potencial del ácido poliláctico.
Lo interesante -dice- es que este se convirtió en uno de los materiales que más aplicaciones ha tenido en lo que se refiere a utensilios y accesorios que contienen alimentos.