El mercado inmobiliario se adapta a los animales de compañía

Juan Sebastián Arias

Juan Sebastián Arias

Juan Sebastián Arias buscó un nuevo hogar para él y Cinza, después de los problemas que tuviera con sus antiguos vecinos. Fotos: Julio Estrella/EL COMERCIO

Tener un animal de compañía puede generar un gran problema en el momento de arrendar una vivienda en Quito. En el sector inmobiliario de la capital es difícil encontrar un apartamento que permita la convivencia con mascotas. De ello dan testimonio personas como Juan Sebastián Arias y corredores de bienes raíces consultados por este Diario.

Arias cuenta que, por cuestiones de trabajo, tuvo que trasladarse del valle de Los Chillos al centro urbano. Así, se vio obligado a encargar dos hermosas labradores negras, pues no tenía espacio en su nuevo hogar: un departamento de 100 metros cuadrados. Madre y cría terminaron en las manos de una familia humilde del campo.

En el transcurso de esos dos años, Arias adoptó a una perrita mestiza, Cinza. La encontró abandonada en la calle puesta un chaleco rosado que cubría su cuerpo, que apenas alcanzaba el tamaño de una mano humana. Los condóminos del edificio se quejaban por la presencia de Cinza. A pesar de que Arias limpiaba las necesidades de su mascota en las áreas comunales, nunca fue bienvenida: los pelos que dejaba seguían siendo un problema.

No existe ninguna reglamentación que impida la tenencia de mascotas en los edificios. Según la normativa de Propiedad Horizontal, los condóminos ponen sus propias reglas, especifica Melani Núñez, corredora independiente. Sin embargo, la Ordenanza 48 del Municipio de Quito señala que para garantizar un ambiente sano y ecológicamente equilibrado se debe procurar un manejo responsable de la fauna urbana.

Los dueños de los inmuebles saben que la presencia de perros y gatos pueden causar problemas entre los vecinos. Además, significa que los muebles pueden sufrir daños o que malos olores pueden permanecer en el apartamento. Tatiana Munive, gerenta de la inmobiliaria Coruña, dice que cuando se trata de arrendar, son los propietarios quienes ponen las reglas y que -de su experiencia- la mayoría no quiere alquilar los espacios a personas con animales de compañía.

Así, ciudadanos como Arias, se ven obligados a mudarse a espacios más grandes que tengan un jardín, donde las mascotas puedan estar más libres. Cuando Arias se enteró de que la madre de las labradores que había donado murió y que la hija, Xica, estaba desnutrida, decidió recuperarla. Entonces la convivencia de las dos perras con los condóminos se complicó: Xica ya era mayor y no podía controlar los horarios para hacer sus necesidades.

Después que Arias se mudó a la casa de su abuela, la vida de Cinza cambió: antes mostraba ansiedad por salir, ahora es más tranquila y educada. Por su lado, Xica vivió sus últimos dos años en un espacio más grande y mejor cuidada. Sin embargo -acota Munive- no todas las personas en esa situación pueden cambiar a espacios adecuados, debido a la falta de presupuesto. Esto aunque la tenencia de animales se vuelve más común. Núñez estima que de cada tres clientes una persona tiene mascotas.

Si antes existía un condicionante para aceptar mascotas en los edificios, ahora la industria de la construcción da un giro para satisfacer la demanda de los consumidores, cuenta Diana Samaniego, secretaria ejecutiva de la Cámara de la Construcción de Quito. En la actualidad se están construyendo edificaciones -especialmente en las grandes urbes- donde se contempla el diseño de espacios para mascotas.

Estos diseños -recomienda Samaniego- deberían integrar lugares abiertos, para permitir aeración, y espacios cerrados, para precautelar que las mascotas no escapen. Además, la importancia de utilizar materiales que sean fáciles de limpiar (que no tengan absorción directa, como el hormigón) no causa contaminación de olores.

Los problemas con los vecinos también se pueden evitar con la previsión de un diseño inteligente. Los spas para mascotas y los senderos con áreas verdes y plazoletas son parte de los nuevos proyectos (tres por el momento) que proponen constructoras como Uribe & Schwarzkopf. Fátima Ribadeneira, diseñadora de esta empresa, dice que han podido observar que si la mayoría de las plazas se hacen aptas para mascotas, se crea una mejor interacción entre vecinos: “Se crea un sentido de responsabilidad y un vínculo educacional entre la parte administrativa del edificio y los condóminos”.

Esta idea nació tras un análisis de mercado, donde se pudo constatar la tendencia social de buscar una mascota como compañero y de la necesidad de convivir con ellos sin las preocupaciones derivadas del espacio o de los problemas con el vecindario.

Suplementos digitales