La parroquia Augusto Martínez festejó el Corpus Christi con sus comunas

Tras una investigación con las taitas y mamas de las comunidades lograron confeccionar los trajes antiguos.. Foto: Modesto Moreta/ EL COMERCIO

Tras una investigación con las taitas y mamas de las comunidades lograron confeccionar los trajes antiguos.. Foto: Modesto Moreta/ EL COMERCIO

Los músicos José Aguayo y Luis Guayta animaron la celebración con los bombos y el pingullo. Los danzantes recorrieron las calles de la parroquia Augusto Martínez. Foto: Modesto Moreta/ EL COMERCIO

Los músicos José Aguayo y Luis Guayta al ritmo del bombo y el pingullo marcan el paso de los danzantes que recorrieron las calles de la parroquia Augusto Martínez, en el noreste de Ambato, en Tungurahua.

Son parte del proyecto de fortalecimiento de esta celebración ancestral. Niños, jóvenes y adultos trabajan desde hace tres años en este proceso de recuperación de las fiestas del Corpus Christi. Esta tradición tiene más de 100 años.

Los pingulleros llegaron del cantón Salcedo, en Cotopaxi, y de la comunidad Calgua Chico de la parroquia Augusto Martínez, respectivamente. “Mi abuelo fue un músico conocido en el pueblo. Él me enseñó a entonar estos instrumentos andinos”, cuenta Guayta.

Cada año participa en las fiestas del Inti Raymi, el Corpus Christi, el Paukar Raymi y otras celebraciones ancestrales que se desarrollan en las comunidades indígenas de la Sierra Centro.

Lenín Salazar, presidente de la Junta Parroquial de Augusto Martínez, es uno de los 34 alcaldes que financian el festejo, que también tiene el apoyo de las comunidades indígenas de Calgua Grande, Calgua Chico, Calgua Alto y Llantantoma.

Tras una investigación con las taitas y mamas de las comunidades lograron confeccionar los trajes antiguos.. Foto: Modesto Moreta/ EL COMERCIO

Salazar cuenta que el Corpus Christi es una celebración indígena-mestiza, donde participa todo el pueblo. Iniciaron con 13 parejas de danzantes y ahora participaron 30, incluidos los niños y jóvenes. “Es un festejo que está creciendo cada año y eso es importante”.

La fiesta es en agradecimiento a la Pacha Mama o Madre Tierra, por los buenos frutos que recibieron durante la cosecha. “Representa a un sacerdote que con su baile agradece por la abundancia al ‘padre Sol”, dice Salazar.

Su vestimenta está compuesta por el faldón de tela espejo adornado con monedas como sucres antiguos y bambalinas. El faldón y camisa de color blanco, la pechera donde sobresale la gran cruz andina cubierta con espejos.

En la espalda lleva la banda compuesta por siete telas de colores que representan al arcoíris y la naturaleza, mientras que en el cabezal sobresalen el sol, la luna y las plumas de avestruz.

Por octavo año consecutivo, Fernando Caiza se vistió de danzante. Colocó los cascabeles en sus pies y bailó al ritmo del bombo y el pingullo por las calles del pueblo. Cuenta que su padre Humberto también bailó. “Es una tradición de familia que aún mantengo”.

Caiza afirma que el traje que viste pesa 45 libras y soportar todo ese peso es una forma de purgar los pecados.

Edmundo Salazar, vecino del sector, dirige a los danzantes para que sincronicen el baile. Menciona que poco a poco los sacerdotes o ayllus en Augusto Martínez se perdieron, pero nuevamente el festejo fue tomando fuerza, tras la investigación sobre el tema con los taitas y mamas de las comunidades.

Tras caminar cinco cuadras la fiesta se concentró en el coliseo de la parroquia. En el lugar bailaron dando vueltas durante dos horas. Los niños de entre 7 y 9 años abrieron la fiesta del Corpus Christi y estuvieron acompañados por las mamas danzas y los priostes.

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