Una mujer se casa por primera vez a los 80 años con su novio de 95

“Nunca es tarde para el amor”, dijo María Teresa emocionada (Foto: Miami Herald)

“Nunca es tarde para el amor”, dijo María Teresa emocionada (Foto: Miami Herald)

La pareja se conoció en un asilo de Miami, Estados Unidos. Foto: Captura 

María Teresa Cobar y Carlos Víctor Suárez bailan al compás del bolero Si nos dejan, del mexicano José Alfredo Jiménez. Lo hacen porque acaban de contraer matrimonio luego de décadas de espera.

Así comenzó su historia. María Teresa nació en Guatemala hace 80 años. Carlos Víctor, en Cuba, hace 95. Ella trabajó casi toda su vida "de niñera y limpiando casas en Miami… Llegué a Florida, Estados Unidos, a mis 26 años, y como madre soltera de Ana, mi única hija. Nunca me casé. Me dediqué a criarla, y me olvidé de todo lo demás…", según le relató al Miami Herald.

Él partió de Cuba en 1960, sobre el eco de los primeros balazos de la revolución, y también se refugió en Miami. "Me abrí camino trabajando en el mantenimiento de edificios hasta que pude abrir una pequeña joyería en el downtown. Me casé, tengo un hijo y dos nietas, pero mi mujer murió hace diez años. Quedé con familia, sí, pero solo…"

Cobar y Suárez suman 175 años entre ambos (casi dos siglos…), pero se han jurado amor eterno y se han entregado los anillos de matrimonio ante la ministra Margarita Rodríguez, de la iglesia Sunshine Catedral, Fort Lauderdale, que dijo en la ceremonia: "Con su amor, ellos nos recuerdan que nunca es tarde".

“Nunca es tarde para el amor”, dijo María sobre su matrimonio: Foto: Miami Herald

Los años, implacables, los empujaron al residencial para personas de la tercera edad Aventura Plaza, North Miami Beach. Ella llegó antes que él, en 2009, y él hace apenas un año, pero estaba a punto de mudarse: "No me adaptaba".

Pero hace diez meses se cruzaron en un pasillo. Y juran que fue amor a primera vista. Sí: también posible a los 80, a los 95… "Cuando la vi, mi corazón se llenó de alegría", jura él.

Los primeros pasos fueron lentos. Ella le mostró todos los rincones del residencial: un tour que llegaría mucho más lejos… Después compartieron clases de pintura y manualidades, y el desayuno. Por esos días, empezaron a llamarlos "los tortolitos".

Una noche, él la sacó a bailar en una de las fiestas del residencial.
Hace dos meses le dijo: "Quiero casarme contigo". Y ella dijo que sí. Y como en el bolero, los dejaron.

La boda fue por todo lo alto. Ella nunca se había casado, "y no quería irme de este mundo sin vivir esa experiencia". Mientras siguen bailando, ya está lista una suite de luna de miel del Aventura Plaza. Y después, nunca más habitaciones separadas. Porque "nos queremos, nos cuidamos, nos acompañamos", dicen casi a coro.

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