Fidel Eljuri creó -en colaboración con el músico y productor Nicolá Cruz- una composición contemplativa cuyo relato exploró el territorio, la geografía, los sonidos y la vibración del volcán Cotopaxi en sintonía como creaciones ficticias y tomas reales graficadas. Foto: Tomada de Facebook Fidel Eljuri Studio/ Alex Freedom.
Sacar una proyección de luz, fotografía, video, gráficos generados por computador del formato tradicional -como lo es la televisión o las pantallas cinematográficos-; moldearla y ponerla en escena, a través de proyectores de video, en una superficie real. Así define el artista visual ecuatoriano Fidel Eljuri al ‘mapping’, la técnica visual que prima en las obras artísticas que protagonizan la tercera edición de la Fiesta de la Luz 2018.
Él, junto con el músico y productor Nicola Cruz, creó Estratos, una composición que se presentó en la iglesia La Merced, en la segunda edición del encuentro lumínico. En la obra, que exploraba la geografía y biodiversidad del volcán Cotopaxi, convergían cuatro elementos: sonidos analógicos, grabaciones de campo, imágenes en movimiento y gráficos creados por computadora. Para esta edición, el artista desentraña la técnica que utilizó para la Fiesta de la Luz.
Existe un proceso riguroso detrás del espectáculo lumínico que sorprende en cada reproducción. En un principio, aclara Eljuri, la vertiente, sobre todo en Francia, tuvo gran acogida y dio un paso hacia el gran formato: el arquitectónico.
El primer paso para crear la obra, explica, es identificar íntegramente el lienzo/superficie en el que se proyectará. “Se debe terminar cómo es la superficie -si en este caso es una iglesia-, es importante conocer sus dimensiones, el material con el que está cimentado, el color, cómo es la luz externa de la iglesia -desde tener en cuenta si la luz de los postes se apagan-, cómo será la luminosidad de la luna, etc”.
Después de analizar la información, cuenta, se decide cuáles son los equipos que se van a utilizar como el tipo de proyectores, extensión de cableado, cuántos lúmenes son necesarios para poder proyectar la obra en la superficie. “Son elementos importantes porque con más potencia de proyección y los contrastes tendrán mayor visibilidad”.
Para este 2018, tres iglesias proyectarán obras en las que se aplica el ‘mapping’. ‘Herencia’, de Laurent Langlois y Daniel Knipper, protagoniza la iglesia de San Francisco. Foto: Armando Prado/ EL COMERCIO.
El siguiente paso es extraer la geometría del espacio a un modelo 3D, aunque el ‘mapping’ también admite hacerlo en una maqueta digital 2D. “Al tener las medidas digitalmente, puedo iniciar las pruebas, ir pintando sobre mi lienzo; es decir, poner las imágenes, las fotografías, gráficos, animaciones 2D o 3D y establecer la forma en la que se proyectará la obra”.
La técnica -como toda rama artística- depende del creador. La composición -que vendría a ser una línea de tiempo- puede guiarse por una narrativa o ser abstracta. Para la Fiesta de la Luz, según su criterio, se preparan obras con relatos más digeribles, que generen empatía con el espectador. Eljuri se decidió por una narrativa no convencional afianzada en las tradiciones orales del volcán Cotopaxi.
“Hicimos grabaciones de campo, filmaciones en las faldas del volcán y experimentaciones con luz. La idea era ver cómo incidía la luz digital dentro de este paraje natural. Los proyectores estaban conectados a una batería con panel solar, para tener energía en medio del páramo”, afirma el artista.
Al tener la composición gráfica finalizada, lo siguiente son los sonidos. En Estratos, el ‘soundtrack’ se basó en grabaciones de campo que se realizaron en las faldas del volcán Cotopaxi.
El paso final es el más fuerte: llevar del molde hacia la estructura física. Para ello, se realiza un estudio previo en el que se debe determinar cuál es la distancia requerida para la proyección, en este caso, de la iglesia. El objetivo, explica, es situar la cabina de control en un lugar privilegiado -por lo general frente a la estructura- para que empate con las perspectiva del proyector.
El resultado fue una composición contemplativa cuyo relato exploró el territorio, la geografía, los sonidos y la vibración del volcán Cotopaxi en sintonía como creaciones ficticias y tomas reales graficadas.