La Casa de la Cultura Núcleo Manabí organizó a finales de octubre una presentación. Foto: Patricio Ramos / EL COMERCIO
El pegajoso baile de la iguana, ritmo tradicional popular que tiene más de 312 años de vigencia, es una de las expresiones culturales del montubio manabita que aún se mantienen.
Esta danza plagada de amorfinos, según el investigador cultural manabita José Luis Román, tiene raíces españolas y ya se bailaba en Chone en 1702. Las mujeres utilizaban polleras largas que llegaban hasta el piso; en la actualidad los grupos de danza que bailan este cadencioso ritmo subieron las faldas más arriba de los tobillos, cuenta Román.
A finales de octubre, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), núcleo Portoviejo, más de 300 personas asistieron a una velada de danza para apreciar el baile de la iguana. Estudiantes de la Unidad Educativa Eloy Alfaro de Chone, triunfadores del festival semillas para la danza, organizado por la CCE, llevaron al escenario abierto toda la investigación realizada por el músico Manuel de Jesús Álvarez en torno a esta danza tradicional.
Los hombres vestían pantalones hasta las rodillas y las mujeres faldas blancas de amplios pliegues. Machetes, sombreros de paja toquilla y cestas que se utilizan en la cosecha de cacao, son parte del vestuario, pues la danza se bailaba en las amplias parcelas de cacao que existían en la zona agrícola de Chone; la recreación de los escenarios es parte de la escenografía. Mientras cinco músicos entonaban la canción, los bailarines danzaban y actuaban buscando a la iguana, que fue interpretada por un estudiante.
El espectáculo debe realizarse con músicos y cantantes que tocan en directo. “Esto es lo fabuloso del folclor manabita, por eso el ritmo contagiante de la iguana fue evolucionado”, comenta Manuel Sánchez Carranza, docente de la Unidad Educativa Eloy Alfaro.
Los muchachos llevaron a escena una investigación de más de 80 años. Según recoge Álvarez, en los primeros años se bailaba al son de la tambora de cuero de saíno, el requinto, la bambolina y la flauta de campo. Para 1970 Guido Garay (+), estudioso guayaquileño de la música montubia, montó la coreografía del baile de la iguana, recuerda Sánchez.
Para Román la letra del baile de la iguana, un puñado de versos bien acuñados, es lo que finalmente desemboca en la típica esencia del amorfino manabita. En las primeras líneas del texto (“Si quieren saber, señores, la virtud de las iguanas, que se suben por el tronco y se bajan por las ramas”) hay significados cifrados. El estudioso asegura que la iguana es el chico o el joven que va en busca de chica, el tronco es la familia de la chica, y por ese tronco pasa el joven y se lleva a la hija de la casa. “Estas malditas iguanas se han comido mi jabal”, dice otra línea de la canción, que hace referencia a cuando el muchacho arrebata a las familias las hermosas muchachas.
Raimundo Zambrano, el mayor cultor de la tradición oral manabita, asegura que el amorfino musicalizado es un ritmo muy pegajoso y pícaro. “Lo novedoso del baile de la iguana es que es interpretado por varios cantantes y además es danzado por muchos grupos conformados por jóvenes, ellos le ponen interés a la heredad manabita. Estamos a las puertas de seguir con la continuidad de nuestras tradiciones”.
Zambrano cuenta que en los campos manabitas las iguanas batallan todos los días en su lucha por sobrevivir al ataque de los perros. “Muchas veces los perros las atacan y las matan, entonces los agricultores asan su carne y se la comen”. También se canta a la iguana en Colombia, México y varios países de Centroamérica, asegura Zambrano.
El presidente de la CCE-Manabí, Dumar Iglesias Mata, destaca que el baile de la iguana es una de las expresiones culturales colectivas más valiosas de la tradición vernácula de Manabí. Iglesias señala que esta danza se solía bailar en fiestas poblanas de fandangos del monte y en las fiestas de las cosechas de ciclo corto que se realizaban en la campiña manabita.
Cuando los grupos de danza, teatro y los cultores de amorfinos manabitas trabajan para recuperar la letra y música además van incorporando nuevos pasos y hasta nuevos ritmos al original, eso sin duda ha pegado, y para bien, asegura Mata.
Para Román, el éxito actual del baile de la iguana radica también en cómo cada grupo pone en escena la historia.
Por ejemplo Raimundo Zambrano logró amalgamar su habilidad como recitador de amorfinos y luego incursionó en la música, asegura Román. “Grabó su disco de amorfinos -sigue explicando- donde incluyó el tema del baile de la iguana, pero para que su acto fuera completo solicitó la participación de nuestro grupo Alas de colibrí. Se trató de una conjunción diría casi perfecta de esta expresión cultural manabita”.
El grupo Los mentaos de la Manigua, de Portoviejo, también montó un espectáculo vistoso en torno al baile de la iguana, no sin antes haber hecho un arduo trabajo de investigación.