La reciente captura del líder de la mafia italiana, Matteo Messina, tuvo la atención que merece todo jefe de una banda criminal como la Cosa Nostra. Fue ‘el padrino’ más buscado por los últimos 30 años. Sobre él carga una serie de crímenes feroces. Su biografía y la de tantos otros capos de la mafia ejercen, gracias al cine y la literatura, una fascinación particular.
A él se le atribuye los asesinaros de los fiscales antimafia, los atentados con bomba en Milán, Florencia y Roma, en la década de los 90. Además, asesinó, luego de torturar despiadadamente a un niño de 11 años, hijo de alguien que había roto con la Omertá, el sagrado pacto de silencio de los miembros de la mafia, que solo tiene como destino la muerte.
Pasión por la mafia
Algo de enigmático tiene la mafia, sobre todo la italiana. Una vez le preguntaron a Roberto de Niro, el actor de interpretaciones extraordinarias de gánsteres, sobre la fascinación que ejercen, tanto en la vida como en el cine.
“Quizá porque desafían a la ley y tienen su propia ley. Hay un sentido del honor, especialmente en ‘El Padrino’”, dijo en el programa de entrevistas de Graham Norton. Cree que esa seducción es porque los líderes del país no decían lo que realmente ocurría, por ejemplo de la guerra de Vietnam.
En cambio, “los mafiosos te dan la mano y te dan su palabra. Es todo lo que tienen: su palabra”, dice.
Nadie puede dejar de decir que una de las mejores películas de todos los tiempos es ‘El Padrino’. Es la obra cumbre del cine sobre los gánsteres. Y para no pocos, la mejor serie de televisión de todos los tiempos es ‘Los Soprano’.
Es posible que, en cuanto a producciones latinoamericanas, una de las más importantes sea la brasileña ‘Ciudad de Dios’. Y en televisión, puede ser ‘El patrón del mal’. Desde que apareció en Netflix no ha dejado de estar entre las 10 más populares.
Es una paradoja. Colombia entera sufrió los desmanes de Pablo Escobar. Ahora, Ecuador tiene problemas con el crimen organizado. ‘El patrón…’, además, no es una ficción, tiene rigor histórico; es una biografía del hombre más despiadados que ha dado esta parte del mundo. Un antagonista social es el protagonista.
‘El Napoleón del crimen’
El escritor Ricardo Piglia, uno de los grandes impulsores del género policial en América Latina, decía que el criminal es mucho más interesante que el detective. Lo dijo pensando en el Guasón, que es superior a Batman como personaje.
Piénsese, por ejemplo, Arthur Conan Doyle y su Sherlock Holmes. En el cuento El problema final, Holmes revela a su leal amigo Watson su mayor descubrimiento: los crímenes que ha revelado, no son sino apenas las piezas de un engranaje superior.
“Detrás de los malhechores existía algún poder, un poder de gran capacidad organizadora, que se cruza siempre en el camino de la justicia y que cubre con su escudo a los delincuentes”. Y eso se encarna en una figura: el profesor Moriarty, a quien califica como “el Napoleón del crimen”.
Holmes lo admira por su inteligencia, superior incluso a la suya. Es un matemático brillante que dejó la docencia porque su ser estaba vinculado al mal. “Es muy poco lo que actúa personalmente. Se limita a proyectar. Pero sus agentes son numerosos y magníficamente organizados”.
Este párrafo del cuento que se publicó por primera vez en 1893, podría ser uno de los más importantes: el crimen, para ser exitoso, debe ser organizado, aunque casi siempre hay una desgracia final. Y eso lo entendieron bien los italianos cuando llegaron a Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX.
La organización de la mafia italiana
Las bandas delictivas más fuertes en Nueva York eran la irlandesa y la judía. Pero los italianos, llegados a Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX, supieron formar una organización con una estructura casi militar, con grados de jerarquía y con relaciones internacionales.
Una de las frases más importantes de ‘El Padrino’ -de las tantas que tiene- es “no es personal, son negocios”. Y es como escuchar a Lucky Luciano, que creó La Comisión, que reunía a los padrinos de las cinco familias para acabar con las guerras. Pensaba que no se podía hacer con pistolas en las manos.
Era totalmente diferente a Vito Genovese. Luciano era cerebral; Genovese creía que todo se resolvía con una refriega, como Sony Corleone, el temperamental hijo de Vito.
Solo Vito Corleone es alguien con éxito, que no muere detenido ni acribillado. A todos los demás, les espera la muerte o la cárcel. Como en 1986, en el Maxi Proceso. Se construyó un búnker en Palermo . Condenaron a 360 mafiosos a penas perpetuas y acumuladas. En 1992, los dos jueces, Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, fueron asesinados y con ellos su familias y sus entornos. Y entonces surgió la figura de Matteo Messina Denaro, que, tras tres décadas, ya está detenido.
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