El tragaluz grande se acompaña de tres pequeños. Foto: El Comercio.
Redacción Construir (I)
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Cuando las estancias tienen muy poca luz natural o cuando se requiere cubrir un patio sin que pierda sus características de ventilación, aireación y luz, los arquitectos echan mano de los tragaluces, claraboyas, domos o lucernarios. Estos se suman a los techos o cubren espacios abiertos.
Las claraboyas se originan en la arquitectura de los patios centrales, explica Pedro Ordóñez Cordero, arquitecto. Y se utilizan cuando, por necesidades climáticas y de protección a los interiores y al medioambiente, es preciso cubrirlos con materiales translúcidos para mantener la iluminación de los espacios adyacentes.
“Claraboyas y tragaluces se hicieron posibles con la invención del vidrio, ese material mágico y único; y se potenciaron con la utilización de estructuras metálicas y de madera”.
Estos elementos son muy utilizados en las casas-patio tan típicas de la arquitectura española; y su función es la ser ejes de la iluminación y la ventilación de las áreas circundantes.
No obstante, explica Eduardo Vallejo, arquitecto-restaurador, también son elementos que se han incorporado con éxito en edificaciones modernas y contemporáneas. Ahora son comunes en centros comerciales, templos, bibliotecas, museos, salas de exposiciones, hospitales…
Es decir, amplía Vallejo, en los espacios donde se necesite mejorar la iluminación o la climatización, extender la vista del paisaje o proteger ciertos ambientes de los efectos de los agentes naturales como la lluvia o los vientos.
Los lucernarios del edificio de la Unasur y de la biblioteca de la Flacso son dos grandes ejemplos nacionales de esa óptima aplicación.
Bien concebidos, asevera Vallejo, hasta pueden crear cómodos microclimas que ayudan al descanso y al relax. Por ese motivo, son ideales para climatizar estancias como saunas, hidromasajes, piscinas…
Al cubrir los espacios abiertos, explica Cordero, permiten usos y funciones mucho más amplias que las iniciales. De esta manera, las inclemencias del tiempo no son un impedimento para la utilización durante todo el año y a toda hora.
¿Los materiales más idóneos para estos equipamientos?
Pues los actuales como el vidrio laminado y templado, los acrílicos, los policarbonatos en sus diferentes variaciones, confirma Cordero.
Combinados con las estructuras metálicas (básicamente de acero y aluminio) o con la utilización de la inigualable madera -sea sólida, laminar o caña guadúa- dan forma a espacios que, además de utilitarios, son muy estéticos.
Según Vallejo, el preferido es el vidrio laminado templado (8 a 10 mm) que se asienta sobre estructuras de aluminio o madera, que son menos pesadas que las de hierro o acero.
Hay diversos tipos de tragaluces, pero los más usuales son los fijos, los de ventilación (se pueden abrir o cerrar) y los tubulares (la luz ingresa por ‘tubos’ o agujeros).
Los únicos argumentos en contra de estos elementos, explica Vallejo, pueden ser las filtraciones de agua que pueden sucederse. Por eso es necesario sellar herméticamente todas las piezas y colocarles un buen sistema de evacuación de lluvias cuando el caso lo amerite.