En el centro Wayruro se realizó un taller de agricultura urbana, el sábado. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
Desde tiempos ancestrales, las personas dedicadas a la agricultura observaron la influencia que la Luna ejercía sobre sus cultivos. Dolores Mejía sabe de este tema pues creció entre sembríos de papas y hortalizas, en Tumbaco.
Ella sostiene que la Luna y la tierra están conectadas; por eso se guía con un calendario lunar para obtener los productos que oferta en las ferias orgánicas en las que participa.
El último jueves (24 de julio de 2014), Mejía recolectó romero y otros productos que llevará estos días a Quito, a propósito de la Semana de la Pachamama. “Para celebrar la tierra vamos a dictar talleres en los que se aprenderá sobre la siembra en su casa, alguna de esa información está relacionada con el poder de la Luna”, anuncia la mujer de 33 años.
Una investigación realizada en el 2013 por la Universidad de Barcelona (España) da cuenta de que cada una de las cuatro fases lunares interviene en el aumento, crecimiento o germinación de las plantas.
Por ejemplo, en cuarto creciente, la luz lunar aumenta progresivamente y esto le da a las plantas un crecimiento balanceado, favoreciéndolas en el desarrollo de su follaje y raíz.
El agrónomo Álvaro Haro indica que esta guía de siembra es muy utilizada en el campo y que también es aplicable a los pequeños huertos que ahora se instalan en las casas y oficinas de las grandes urbes.
En Quito, por ejemplo, hay 13 559 personas involucradas en agricultura urbana, según el proyecto de Agricultura Urbana Participativa (Agrupar).
La distancia de la Luna afecta y se relaciona con fluidos como la savia, un líquido vital que transportan las plantas desde su raíz.
Durante la fase del cuarto menguante, cuando la Luna decrece, también disminuye la intensidad de luz; en esta etapa y según el estudio de Barcelona se sugiere realizar los trasplantes para que el cultivo pueda crecer más fuerte.
En cambio, la Luna nueva es aprovechada para el reposo y la adaptación de las plantas al medio, sin sufrir daño alguno. Los rayos lunares en esta etapa están en sus niveles más bajos, por lo que el crecimiento del follaje es más lento.
Los agricultores que conocen estas ventajas astrales, entre ellos Mejía, ya saben que cuando la luna decrece es tiempo de sembrar rábanos, papas o zanahorias. Es decir las plantas que crecen para abajo.
Para quienes practican jardinería también es el momento adecuado para podar y arrancar la ‘mala hierba’. Carolina Páez, del Club de Jardinería de Quito, asegura que cuando se corta un tronco, fuera del cuarto menguante, se llena de bichos que provocan agujeros en su tallo. Pero si se hace en cuarto creciente, el tronco permanece sólido y fuerte.
En cambio, cuando la Luna crece, es propicia para sembrar aquellos cultivos que se desarrollan hacia arriba como las habas, pimientos o tomates.
Manuela Vanegas compra desde hace un año sus productos en la feria orgánica de Tumbaco. Ahí conoció a Mejía, quien le incentivó a hacer un huerto ecológico.
Ahora Vanegas tiene un pequeño jardín, en la terraza de su oficina, que cuida con devoción. De ahí obtiene cedrón con el que ella y sus compañeros de trabajo se preparan un té por las tardes. También tiene con frutillas y romero.
La oficinista sabe de memoria que en Luna llena no se debe sembrar ni trasplantar. Además de esta guía, Vanegas aprendió a diferenciar los tipos de tierra que cada planta necesita para desarrollarse.
Por ejemplo, los suelos arcillosos, que en la agricultura también se conocen como húmedos y pesados, son aptos para sembrar plantas medicinales o aromáticas que tengan raíces potentes y largas, capaces de penetrar en capas profundas; una de ellas es la menta.
Además, hay suelos arenosos, limosos y margosos. Cada uno con especificidades para cada planta.
Vanegas agrega que en la actualidad hay varios sitios en los que se dan talleres para hacer de la agricultura urbana un hábito de los ecuatorianos.
El último sábado, en las instalaciones de Wayruro Orgánico, en el sector de El Batán, se realizó un curso práctico para sembrar en casa.
Ahí los asistentes aprendieron a hacer camas de cultivos y técnicas para convertir los residuos de la comida en abono. Andrea Andrade, de Wyruro, indicó que en las próximas semanas se realizará un taller dedicado a la influencia de la Luna.
Los tipos de suelos y recomendaciones de cultivo
Margoso. Está formado de arcilla, limo y arena. Contiene un alto porcentaje de materia vegetal en descomposición (humus). Mantiene la humedad, es moldeable y es ideal para sembrar cilantro y albahaca.
Limoso. Es un suelo compacto que se produce por la sedimentación de los materiales arrastrados por las aguas. Este tipo de tierra es muy fértil. En él se pueden plantar lechugas, alcachofas, coles.
Arcilloso. En la agricultura se lo conoce como suelo húmedo y pesado. Es capaz de retener el agua por largos períodos; es ideal para sembrar plantas como menta y nogal (la planta).
Arenoso. El cultivo en este tipo de tierra es difícil. Sin embargo, es recomendado para sembrar plantas medicinales que estén acostumbradas a la sequedad, como lavanda, romero, salvia y también hinojo.