Luis R. Vera trabaja en un cine comprometido con la cultura y la historia

Entrevista al director de cine Luis Vera en la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Entrevista al director de cine Luis Vera en la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Entrevista al director de cine Luis Vera en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Foto: Alfredo Lagla/El Comercio

Es la tercera vez que el director Luis R. Vera llega al Ecuador. La primera fue hace 40 años como fotógrafo corresponsal para el diario Ojo de Lima. La segunda visita fue en el 2009 como parte de su recorrido por América para la producción de la película ‘La independencia inconclusa’.

Este año estuvo de paso por el Ecuador para presentar su última producción titulada 'Mangoré, por amor al arte', en la tercera edición del Festival de Cine Latinoamericano La Casa Cinefest.

Para Vera, ‘Mangoré’ es la recreación de una vida llamada Agustín Pío Barros, el hombre detrás del personaje, desde la percepción y la lectura personal que hace el cineasta de su personaje. Un músico virtuoso y un hombre con bondades y defectos al que conoció principalmente a través de su música, sus poemas y sus cartas.

Una investigación a partir de la cual se construyó un guión intuitivo sobre la vida de un personaje universal y complejo, en el que además podía adentrarse a explorar ciertos elementos de la condición humana. “No pretendí ser el vocero de la verdad de su vida. No pretendo hacer biografía de Mangoré, más bien una aproximación a una vida llamada Agustín Barros”, explica el cineasta.

En el filme, que costó más de USD 1 millón y cuatro años de trabajo, un elenco de actores y técnicos tras cámaras de más de 10 países de América Latina. En la película, Magoré es un artista que emprende un viaje por América dejándose influenciar por los elementos culturales de cada zona para componer música. Se convierte así en una especie de Che musical, dice Vera, un explorador que no reconoce fronteras y que lucha por sus ideales.

Una posición frente a la vida en la que el propio realizador se reconoce con su personaje. Vera se describe a sí mismo como un nacido en Chile, de adopción paraguaya, de nacionalidad latinoamericana que viaja con pasaporte sueco. “Eso define mi paso por la vida y la convicción de que somos ciudadanos planetarios”, dice el cineasta.

Es a partir de esa militancia planetaria que a Vera no le cuesta meterse en la piel de un paraguayo universal como Agustín Pío Barros. Siente que es parte de su responsabilidad como cineasta. “El cine es parte de la imagen de lo que somos, de nuestra memoria y de nuestra identidad. Reivindicar el cine de nuestros países es reivindicar nuestra identidad y cultura”, dice el director sobre la filosofía que orienta su trabajo.

El propio Mangoré toma su nombre de un cacique guaraní que lucha contra los españoles. Vera busca la reivindicación de esa figura y en la película el músico se viste como cacique guaraní para tocar la guitarra en el teatro Colón. Entonces Mangoré se convierte en un pretexto para hablar del artista de todos los tiempos y lugares, su lucha por alcanzar sus ideales, sus conflictos personales y las secuelas en su vida y en su familia.

Pero no es el único personaje latinoamericano al que le ha dedicado su tiempo y su trabajo. En su filmografía también constan otros retratos audiovisuales dedicados a Violeta Parra, Pablo Neruda o Gabriela Mistral. Vera reconoce que ‘Mangoré’ no se ajusta a los lineamientos del cine comercial pero asegura que es una cinta que reclama su propio espacio por calidad, forma y contenido en las carteleras de las multisalas.

“El cine latinoamericano no se vería si no existieran encuentros y vitrinas como el Festival de la Casa de la Cultura”, dice un director preocupado por la deigualdad de condiciones en las que circulan las películas latinoamericanas en los circuitos de distribución y exhibición en la región. “En América Latina producimos cada vez más y mejor cine pero lo vemos cada vez menos”, señala.

Para revertir esa situación el cineasta insiste en la necesidad de luchar para que los exhibidores entiendan que permitir pantallas a las producciones nacionales es parte de un proceso de formación de públicos que generará réditos a futuro. Vera admite que hace un cine que pretende insertarse en el mercado comercial del audiovisual, pero no está dispuesto a renunciar al principio de que el cine es un acto de cultura y un testimonio de la historia.

El realizador critica a aquellos cineastas que anteponen su ego al arte, de donde surge “un cine bastante débil en contenidos aunque atractivo en sus formas”. Un problema que, según el director, surge desde la propia formación académica que sobrepasa la demanda de realizadores locales, cuya creación se restringe a un entorno muy personal.

Ahora trabaja en dos nuevos proyectos. El primero ‘La señorita Julia’, una adaptación del clásico escrito por August Strindberg que se desarrolla en una historia contemporánea sobre el amor de la hija de un hacendado con el capataz de la propiedad, un conflicto que atraviesa los tiempos y las culturas. En paralelo trabaja la historia de una mujer que sobrevive al genocidio en la Guerra de la triple alianza en el siglo XIX en Sudamérica, bajo el título de Paraguaya.

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